Carta de nuestro Párroco, P. Pedro Oeyen, publicada en la revista Bienaventurados del mes de marzo de 2017.
Queridos amigos:
El 1º de marzo comenzamos la Cuaresma, que durante 40 días nos preparará para poder vivir a fondo la Semana Santa. Es un tiempo litúrgico que comienza el Miércoles de Ceniza, en el que se nos dice: “Conviértete y cree en el Evangelio”.
De este modo, se nos invita a detenernos, revisar nuestras vidas, pedir perdón por lo que hemos hecho mal y proponernos un cambio.
Detenernos:
Este año la Cuaresma coincide con el comienzo normal de las actividades después del descanso del verano. Casi todos hemos vuelto de las vacaciones, comienzan las clases, nuestras vidas adquieren el ritmo que tendrán a lo largo de todo el año.
Por eso, es bueno detenernos para pensar cómo lo vamos a vivir. La Iglesia nos invita a poner a Dios en el centro para que sea Él quien nos oriente. Lo podremos hacer a través de la oración y la lectura de su Palabra, tanto individual como comunitariamente.
Revisar nuestras vidas:
Para tener objetivos realizables es bueno comenzar por mirar hacia atrás, analizar lo que hemos hecho. No se trata de un simple examen de conciencia en el que se piensa en lo inmediato. Hay que ampliar la mirada, por lo menos hasta el año pasado para revisarlo todo a la luz del Evangelio.
Es recomendable comenzar por lo bueno, lo positivo, para pensar cómo seguir construyéndolo y ver si podemos mejorarlo. Luego hay que tener la valentía de mirar de frente nuestros errores, defectos y pecados, para ver cómo cambiar.
Pedir perdón por lo que hemos hecho mal:
Si hemos ofendido a Dios o a los demás, no basta con que nos propongamos cambiar. Necesitamos el perdón de aquellos a los que hemos lastimado, porque nadie puede perdonarse a sí mismo del daño hecho a otros.
Reconocer nuestros errores y pedir perdón son actos de humildad que nos engrandecen. Purifican el alma, alivian las culpas. Dios siempre está dispuesto a perdonarnos. Pero a los seres humanos a veces les cuesta y no siempre vamos a obtener el perdón. Esto no nos exime de intentarlo.
Proponernos un cambio:
El primer paso del cambio será tratar de reparar el mal que hicimos. Es un signo que demuestra que estamos realmente arrepentidos y que trataremos de no hacerlo más. Quizá no podamos reparar de un modo perfecto, pero al intentarlo seguimos la enseñanza de San Pablo: “Venzan el mal a fuerza de bien”.
No es bueno pretender cambiar todo, porque suele llevarnos a no cambiar nada. Es mejor tomar un aspecto en particular y tratar a lo largo del año de concretarlo. Sin duda, el Señor con su gracia estará en nosotros ayudándonos, dándonos fuerza.
En el fondo, el verdadero cambio que se nos pide es abrirle el corazón a Dios para que Él pueda actuar y hacernos nuevas creaturas. Que Él nos guíe para que vivamos a fondo este tiempo de conversión para llegar así bien preparados a la Pascua.
Lo deseo de todo corazón.
Un abrazo,
Pedro Oeyen