Reflexión de Catalina Beccar Varela, publicada en la revista Bienaventurados del mes de septiembre de 2018.
“Estas líneas las escribo para quien se las quiera adueñar, para que este a su vez las regale a quien las pueda necesitar”.
A quien corresponda:
Hoy pensé en vos y sonreí. Será que te extraño, será que quisiera verte más
seguido, será que mi propio inconsciente, buscando la calma, se encontró con
vos un día y supiste cómo regalarla.
Quizás hace bastante no te escribo, quizás hace bastante no te llamo. Será
que por eso entonces, decido hacerte este regalo. Ojalá que en estas líneas
sepas leer un llamado de amistad, de compañía para entender que te extraño.
Y, como sólo extrañando, uno no resuelve el problema, hoy me animo a decirte
lo mucho que te quiero…
La verdad es que no te quiero por nada en particular, sino por un todo bastante
difícil de explicar. Y sé que te quiero porque en vos encontré mi descanso, con
vos me llené de paz. En vos encontré un yo mismo que ahora se anima a
andar.
Te quiero porque estando con vos la soledad hace un paso al costado, dejando
la puerta abierta para tu voz y tu canto.
Te quiero porque al verte llegar mi corazón late más fuerte y al tener que
despedirme me siento con poca suerte. Te quiero porque comprendo que
quizás tengas otro destino, pero a la vez deseando ver cómo se arma tu
camino.
Te quiero porque en vos encuentro la mansedumbre y mi corazón se hace de
agua, dejando que nada lo turbe.
Hoy agradezco por vos, por ser parte de mi historia, por tu luz, por tu alegría,
tus silencios y armonías. Hoy quiero que siempre crezcas, que siempre cantes,
bailes, rías, que te sepas persona amada, que te sientas persona querida.
Que siempre seas así, que sigas trayendo el amor y que en tu tez coloreada
siga reflejándose el sol.
Con mucho amor y cariño,
Yo.