Testimonios publicados en la revista Bienaventurados del mes de noviembre de 2018.
El pasado sábado 6 de octubre peregrinamos hasta la Basílica de Luján junto a los seminaristas del Seminario Diocesano San Agustín, el Colegio San Juan el Precursor y la Parroquia Niño Jesús de Praga.
En esta edición, contamos algunas de las experiencias.
“Algunos dicen que es un sacrificio. Yo no sé si todos se lo toman así. ¿Es un camino largo y cansador? Sí. ¿Te duelen los dedos, los pies y los gemelos? También. No es la primera vez que hago esta peregrinación, y gracias a Dios en todas estuve acompañado por mis amigos del San Juan. Sí, obvio que un sábado preferimos ir al río a tomar unos mates; pero cada uno de nosotros sabía que, cuando llegáramos a Luján a visitar a la Virgen, iba a valer totalmente la pena (como todas las peregrinaciones pasadas). Por eso mismo, no lo vemos como un sacrificio, sino como un día compartido con amigos y acompañados por la Virgen. En medio del camino, un policía sorprendido nos dijo que estábamos locos. ¿Estamos locos? ¿O somos los más cuerdos del mundo…? Depende de lo que elijas creer”.
Juancho Wernicke, 20 años
“Caminar hasta Luján fue una experiencia muy linda y distinta a todo lo que vivo en mi día a día. Me encantó ver cómo no sólo la comunidad de la Catedral sino también miles de otras personas caminábamos con un mismo objetivo. Por momentos pensé que no llegaba; pero la energía y la buena onda de todos me dieron fuerzas para seguir. Pude reflexionar, reírme y charlar con personas que no conocía y que me iba encontrando durante la caminata. ¡Valió la pena el esfuerzo y lo disfruté muchísimo!”
Pili Maschwitz, 18 años
“Hace varios años que no iba a la peregrinación, pero aún me sigue sorprendiendo la cantidad de gente que se acerca a rezarle a María. De distintas edades, provincias y comunidades… Al llegar a Luján, me impresionó el recibimiento de la gente, el apoyo que veía en cada una de las personas que llegaban, abrazadas y juntas. Fue un lindo momento para rezar, conocer gente nueva y peregrinar en comunidad”.
Mili Pacheco, 23 años
“Del camino hacia Luján puedo rescatar muchas cosas. Conocí a un seminarista de nuestra diócesis y me contó mucho acerca de cómo era un día en el seminario. Conocí a la comunidad de Benavídez Sur, quienes fueron un enorme impulso cuando ya el cuerpo me pedía que frenara poco antes de llegar a Luján, y que no pararon de transmitir su alegría y ganas a todo el resto. También me gustó mucho cómo nos recibió la gente al entrar en la ciudad, al abrir las puertas de sus casas y salir a la vereda para arengar a los peregrinos. Por último, y lo más importante, me llevé muy adentro la gran fe de la gente más humilde, personas que me hicieron reflexionar mucho sobre que no hay que ser un gran teólogo para conocer a Dios, sino simplemente poner delante de Él todo lo que uno tiene por más ‘poco’ que sea”.
Pedro Lando, 23 años
“¡Luján fue una experiencia muy linda! Cansadora, pero al mismo tiempo divertida, para pasarla bien con amigas y a la vez reflexionar. El camino te pone pruebas que a veces te hacen pensar que no podés más, pero hay que seguir porque la sensación de llegar es realmente indescriptible. Vale la pena el esfuerzo y el sacrificio. ¡Lo disfruté mucho!” Anita Lynch, 18 años
“La peregrinación fue un experiencia muy distinta. Es una locura ver a toda la gente, de distintos lugares, edades y parroquias, que va caminando a la par de uno; todos ahí por razones completamente distintas y sin embargo unidos por un mismo objetivo. Me sorprendió mucho la buena onda de todos, no sólo de los peregrinos sino de la gente que ofrecía agua y comida, siempre con una sonrisa. Eso te daba la fuerza para seguir y finalmente tener la satisfacción enorme de llegar a la Basílica. Esa alegría no te la saca nadie”.
Cami Ambrosoni, 18 años
“Hacia el final de la peregrinación me faltaban las fuerzas, el cansancio ya se había acumulado, los pies me dolían mucho y las ampollas tenían pocas ganas de dejarme llegar hasta la Basílica. Unas 15 cuadras antes de llegar, nos encontramos con un grupo de Benavídez Sur, que venían caminando desde General Rodríguez. Con sus cantos, aplausos y gran alegría, hicieron que lo que quedaba del camino fuera mucho más disfrutable. Caminamos juntos hasta el final y llegué feliz gracias a ellos, ¡muchas gracias Benavídez!”
Cata Beccar Varela, 22 años
“-Así es nuestra realidad, la decisión de caminar en grupo es ganar, es sentir que el afecto nos mueve para decir que si canto solo no quiero cantar-. ¡Y no cantamos solos! Fuimos tantos de distintas partes, llevando personalísimos agradecimientos, pedidos y fatigas. Todos en una única ofrenda, en una misma oración unidos. Gracias María por recibirnos como somos, por darnos ocasión de rezar (caminando y no) y reconocernos hermanos”.
Teby Mentruyt, 25 años