Reflexión de Agustina Santa María publicada en la revista Bienaventurados del mes de noviembre de 2018. 

Los niños aprenden a través del ejemplo. Por eso invito a los padres a ser ejemplo, una experiencia a través de la cual se enriquecerán todos como familia.


Como psicopedagoga, el objetivo de esta nota es ayudar a concientizar a las familias acerca de la alimentación de los hijos. Voy a trabajar desde una mirada preventiva, a través de la cual se puede ir educando en hábitos.

Desde pequeños aprendemos la importancia de la alimentación saludable. Los primeros años de vida son fundamentales para desarrollar hábitos y gustos que pueden durar toda una vida. He aquí la importancia de que los padres puedan comunicar efectivamente a sus hijos la mejor manera de alimentarse, evitando fomentar complejos o aversión a la comida.

Cada niño es un mundo y los padres deben adaptarse a los temperamentos de cada uno, a sus etapas de vida y a las circunstancias que rodean a la familia. No siempre se puede comer de modo 100 % saludable y cada etapa de desarrollo tiene sus necesidades particulares.

Los niños aprenden más al ver a sus padres comiendo que de lo que ellos les dicen. Es un trabajo en equipo. Los niños imitan. Si los padres les dicen “hay que comer vegetales” pero ellos no lo hacen, los niños tampoco lo harán. Por ende, la manera más efectiva es con el ejemplo. Y hay que ser consistentes. Si los menores ven que sus padres incluyen frutas, vegetales y otros en su alimentación diaria, es probable que ellos estén más dispuestos a intentarlo.

Por otro lado, tampoco es saludable obsesionarse con la alimentación o ser muy críticos. Si una madre está obsesionada con las dietas o el peso, es posible que sus hijos aprendan de lo que ven. En este aspecto, la educación es primordial. Como padres debemos ser conscientes de lo que proyectamos a nuestros hijos.

El mejor momento para hablar sobre la alimentación es cuando comemos juntos sin distracciones, ya sea durante el desayuno, el almuerzo o la cena. Esto, además, ofrece una oportunidad para los padres para establecer límites a las distracciones que pueden llevar a los niños a comer de más o muy poco.

A la hora de cenar, tener reglas es de vital importancia. Por ejemplo, no fomentar que los niños ingieran sus alimentos frente al televisor o, en el caso de los adolescentes, que usen el teléfono celular en la mesa.

Los niños van a manifestar tendencias que no son aprendidas, sea por su etapa de desarrollo o por su personalidad. Hay que respetar las características individuales de cada uno: mientras algunos en edad preescolar presentan poco interés por la comida, otros presentan hambre constante, y otros ingieren sus alimentos dependiendo de la apariencia. No obstante, es importante conocer los gustos y presentarles nuevos alimentos para que vayan ampliando su alimentación.