Reflexión de Felipe Dondo, publicada en la revista Bienaventurados del mes de marzo de 2019.

3 al 5 de marzo: Carnaval


El calendario es una tabla llena de cuadraditos iguales, pero en realidad no los vivimos a todos de la misma manera. Y menos mal, porque si no, ¡qué monótona sería la vida!
Para los que estamos marcados por el calendario escolar, acaba de terminar una etapa genial: las vacaciones. Por su lado, la Naturaleza nos avisa que el verano va dando paso al otoño. Políticamente hay otras señales de cambio: arrancan nuevamente las sesiones en el Congreso y las primeras elecciones provinciales del año. Marzo es mes de propuestas, trabajos nuevos, proyectos y entusiasmos. Pero, antes de todo eso, este mes nos regala un feriado bien largo, como para respirar hondo antes del piletazo: el Carnaval.
Hay muchas opiniones acerca del origen de esta fiesta. Algunos dicen que deriva de los banquetes desenfrenados que, en la Antigüedad, los romanos celebraban en honor a Baco, el dios del vino y el placer, justo cuando terminaba el invierno. Eran las fiestas bacanales. Algo semejante ocurría en otras culturas. Existe la teoría de que durante esos días se consumían todos los alimentos que posteriormente, a causa del aumento de las temperaturas, pudieran pudrirse.
En la Edad Media, el Carnaval se convirtió en una fiesta muy popular que se celebraba justo antes del inicio de la Cuaresma. De ahí su nombre: caro (carne) levare (quitar), es decir, despedirse de la carne para los próximos cuarenta días. El Carnaval consistía en dar rienda suelta a todos los instintos, no solo al gastronómico. Todo estaba permitido. Ricos y pobres, jóvenes y viejos, religiosos y laicos, todos se mezclaban. De ahí la incorporación de disfraces y máscaras, ya que nadie quería ser tachado de vicioso aunque, por supuesto, nadie quería quedarse sin sus tres días de jolgorio. El Miércoles de Ceniza ponía fin a la fiesta y empezaba así un período de purificación física y espiritual que culminaba con la Semana Santa. En resumen: un poquito contradictorio, ¿no? ¿Cuál era la verdadera careta? ¿La que se ponían en carnaval o la que se ponían para hacer actos de penitencia después?
El Carnaval, en todo el mundo y en nuestro país, es una celebración riquísima y divertida que obviamente vale la pena vivir. Pero si queremos ser coherentes, hay una palabra griega que puede venir bien para el caso: eutrapelia. La eutrapelia es la virtud de la diversión sana y moderada, que busca alegrar el cuerpo y el alma de uno y de los demás, para hacerlos mejores. Es una linda virtud que podemos vivir en un carnaval más cristiano.
Hoy, la diferencia entre Carnaval y Cuaresma a veces es casi invisible. Sin embargo, es bueno vivir cada tiempo de manera diferente. No está bueno vivir todo el año de Carnaval ni todo el año de Cuaresma. Como dice el Eclesiastés: “Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol: un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar”.