Reflexión de Catalina Beccar Varela, publicada en la revista Bienaventurados del mes de abril de 2019.
Hace unas semanas, mientras almorzaba en casa, tuve la suerte de presenciar una linda conversación. Mi mamá, después de recibir por teléfono la invitación de una de mis tías, les dijo a mis dos hermanos más chicos: “¿Tienen ganas de ir a jugar a su casa?”. Salvador y Gregorio, de 11 y 9 años respectivamente, se miraron con los ojos bien abiertos y con cara de “teníamos planeado algo mucho mejor para hacer”. Gregorio, incluso antes de pensarlo y sin la más mínima duda, mirando a Salvador le dijo: “Si vos vas, yo voy”.
El resto de la historia poco me importa, porque de hecho no guardé en mi memoria cómo terminó aquella conversación. Lo que sí me importó, y me dejó reflexionando, fue esa inmensa sinceridad y confianza con la que Gregorio me dio, simbólicamente, una buena cachetada, como diciéndome: “Esto es la aventura, esto es confiar, esto es caminar acompañado”.
Me gusta la gente que sabe, que estudia, que siempre reflexiona sobre el mundo. Me gusta hablar con quienes entienden de filosofía, política, comunicación, ciencias. Me gusta y a la vez intento ser así; me encanta llenarme de conocimientos sobre todo lo que pueda, leer, ver documentales, escribir, escuchar. Pero claro, mi hermano, con tan sólo 9 años, ¿qué puede saber de todo eso? Creo que la respuesta más acertada, en proporción a su edad, es nada.
Gregorio no sabe nada de todas esas cosas y sin embargo en esas cinco palabras me demostró que sabe todo. Gregorio (o Goyo, como le decimos en casa) me enseñó mucho más que cualquier libro o documental. Me enseñó que no hay lectura que valga si de por medio no habita la honestidad, esa honestidad de niño que no teme en mostrarse frágil, que no le avergüenza siquiera llorar.
En él encontré un hermano que supo decir, con una gran humildad, “Yo solo no voy a ningún lado, no porque no pueda, sino porque yo quiero ir con vos”. En sus palabras descubrí la importancia y el sentido de reposar y descansar en la compañía del otro. Descubrí la magia y la fuerza que uno tiene al decirle a otro “Quiero compartir esto con vos, porque soy frágil y te necesito”.
Qué lindo es poder encontrar personas en nuestra vida como él, que no se incomodan al demostrar el amor, personas que tienen la sinceridad y la humanidad de mostrarse pequeños, insignificantes y necesitados.
Hoy quiero ser más así, más como él. Hoy quiero animarme a decir que quiero estar acompañada, que soy frágil y que necesito mucho de los demás. Quiero animarme a sacarme la armadura que muchas veces llevo puesta y dejar bien en claro que quiero y necesito compartir mi corazón.
Que en este año que va empezando sepamos ser más parecidos a Gregorio. Que seamos como niños, sin temer a aceptar nuestros miedos y fragilidades. Que siempre, con ojos abiertos y el corazón dispuesto a amar, podamos encontrar juntos momentos llenos de paz.