Reflexión de nuestro párroco emérito, p. Pedro Oeyen, publicada en la revista Bienaventurados del mes de agosto de 2019.
“Los pueblos que no conocen su historia viven en perpetua adolescencia”.
En Bélgica, en el antiguo pueblo donde nació mi abuela materna, cada año representaban algún hecho de la historia local, siempre diferente al del año anterior. Esto implicaba estudio y análisis de las alternativas, discusión sobre la conveniencia de elegir tal o cual hecho, ubicarlo en su realidad, ver si tenía actualidad y podía interesar al resto de la población, etc.
Es decir que no se trataba simplemente de un acto escolar o protocolar para exaltar la figura de un prócer o recordar una fecha, sino de que el pasado iluminara el presente. Por eso, no siempre elegían hechos heroicos o brillantes, sino también derrotas, errores y catástrofes.
Los vecinos asumían los personajes, escribían el libreto, preparaban el vestuario y ensayaban todo el año. En el pórtico de entrada colocaban un cartel que decía: “Los pueblos que no conocen su historia viven en perpetua adolescencia”.
Cuando me enteré de esta costumbre, recordé una frase célebre entre los romanos: Historia magistra vitae. Es decir, la historia es maestra de la vida. Claro que si hablamos de historia no se trata de recordar una lista de nombres, fechas y batallas célebres, sino más bien de ver qué había detrás de los hechos: cuál era la situación, las ideas o ideales que movían a los protagonistas, los sentimientos que los impulsaban, las limitaciones que tenían, etc.
Conociendo, recordando y actualizando los éxitos y fracasos del pasado podemos ver cómo repetir los primeros y evitar los segundos. De este modo, la historia nos enseñará a tener una mirada crítica y objetiva de la realidad profunda.
Me llama la atención que en Argentina, a menudo, los políticos y dirigentes hagan todo lo contrario. O exaltan el pasado negando o disimulando fracasos y errores, justificándolos con un planteo ideológico; o lo ignoran e intentan repetirlo, con lo que caen en las mismas fallas.
Esto lleva a un planteo adolescente; se ensayan soluciones que no son tales y que ya demostraron que no servían, creyendo que el mundo y el país nacieron con ellos. Y la población suele tener mala memoria, de modo que no advierte la falacia de esos planteos.
¿Cómo salir de ese camino que ha llevado al país a ser uno de los que están postergados en el contexto del continente y del mundo, cuando hace un siglo estaba entre las naciones más desarrolladas?
Creo que si conociéramos más y recordáramos mejor nuestro pasado, incluso el más reciente, y lo viésemos con una mirada objetiva y crítica, seríamos capaces de mirar el futuro con más esperanza y optimismo. El desafío es aprender de lo que nos ha pasado para hacer proyectos realizables y positivos.
¡Ojalá que los debates que se hagan en orden a las próximas elecciones vayan en esa dirección y que a la hora de votar busquemos el bien común por encima de intereses personales o sectoriales! Si no, me parece que estaríamos caminando para atrás como los cangrejos.
Que Dios y la Virgen nos protejan e iluminen.