Reflexión de p. Pedro Oeyen, párroco emérito, publicada en la revista Bienaventurados del mes de mayo de 2020.

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A raíz de esta pandemia que nos aflige y preocupa, han surgido diferentes actitudes en relación con la fe. Algunos entran en crisis, no entienden cómo Dios lo permite y se enojan con Él; otros por el contrario aprovechan el encierro para descubrir la necesidad que tienen de apoyarse en Él o vuelven a valorizar la fe; también están los que rezan más o procuran ver Su mano en esto.

En esta última línea está una reflexión que alguien hizo en España, y que una amiga me alcanzó. Obviamente, toma los elementos de la piedad de su país y del modo de celebrar la Semana Santa. Si queremos hacerla nuestra, tomemos los que tenemos en Argentina:

¿Quién ha dicho esas historias?, ¿que el Cristo este año no sale? Si está vestido de blanco, de azul, en los hospitales…
¿Quién dice que el Nazareno no puede hacer penitencia? Si están todos atendiendo a enfermos en las urgencias…
¿Cómo que Jesús Caído no saldrá el Miércoles Santo? Miralo en nuestros médicos que caen rendidos, exhaustos, con humildes cireneos ayudando a cada paso: celadores, enfermeras, administrativas… codo a codo, sin descanso.
Igual que en la borriquita pasó Jesús por la tierra, nuestros héroes camioneros pasan las noches en vela para abastecer mercados de barrio, farmacias, tiendas…
Ejército, guardia civil, policía… patrullan calles desiertas, y no están con sus familias sino cuidando a las nuestras.
Y, lejos de las ciudades, Jesucristo está doblado sobre los surcos de tierra, se hace a la mar en un barco, tiende cables, cava pozos o pastorea el ganado.
Nadie diga que el Señor no está en las calles presente, cuando en las iglesias solitarias los sacerdotes celebran misa diariamente.
Nadie diga que el Cautivo no va a salir este año, mientras haya una voz buena llamando al que está encerrado.
Nadie diga que el Gran Poder no va en su anda, cuando tantas vidas orantes se ofrecen y aman.
Con cansancio en la mirada, con buen humor, sin fallarnos, también Cristo está presente en cualquier supermercado, reponiendo estanterías o a pie de caja cobrando.
Jesús viene en un camión de blanco y verde pintado, recoge nuestros desechos, y se va sin ser notado.
Cuando veo a tanta gente que a los suyos ha enterrado, siento que también salió la Piedad del barrio bajo, la Virgen de las Angustias con su Hijo en el regazo.
Y aunque a todos nos asuste el pasar por el Sepulcro, ahí está la fortaleza de Aquel que ha vencido al mundo.
Tal vez no haya procesiones con imágenes talladas pero, ya ves, Cristo sale al encuentro de tu alma, en mil rostros escondido, sin cirios y sin campanas.
Que, aunque no haya procesiones por España en primavera, seguirá oliendo el incienso que pone su gente buena.
El amor salta las tapias, el corazón no se encierra; será una “Semana Santa” más que nunca, y verdadera.