Reflexión de Mechi Ruiz Luque publicada en la revista Bienaventurados del mes de julio de 2017. 


El Evangelio, libro vivo de la misericordia de Dios, que hay que leer y releer continuamente, todavía tiene al final páginas en blanco: es un libro abierto, que estamos llamados a escribir con el mismo estilo, es decir, realizando obras de misericordia”.  Papa Francisco

A veces me pregunto cuántas personas en el mundo no habrán escuchado de la existencia de Dios… ¡y cuánta gente alrededor nuestro estará necesitando un mensaje de esperanza, de paz, de consuelo, de alegría!

Tenemos la gracia de haber recibido la Buena Noticia: Dios nos ama tanto (¡tantísimo!), que entregó a su Hijo para salvarnos. Sin pedir nada a cambio. Sin que hiciéramos nada por merecerlo. Y, ante tanto amor, no podemos quedar indiferentes. Va surgiendo en nosotros un deseo y una necesidad de salir a comunicarlo… ¿Por qué no vamos a compartirlo, si es algo que debería llenar nuestra vida y desbordarnos el corazón?
Todos los bautizados tenemos la misión de transmitir la Buena Noticia. Lo importante es escuchar y responder a este llamado. Esa es la propuesta y el desafío: seamos Evangelios abiertos. Que nuestras vidas hablen de Dios. A donde sea que vayamos, con quienes sea que estemos. Cada uno de nosotros, con sus posibilidades y limitaciones, puede transmitir a Dios en su día a día.

Y, en este punto, hay una novedad: para hablar de Dios, no es necesario hablar literalmente de Dios. Esa es la forma más característica, pero no hay una única fórmula o receta. Podemos transmitirlo cuando charlamos de la vida con nuestros amigos, cuando tenemos algún lindo gesto con alguien, cuando nos mostramos agradecidos, cuando sonreímos o cantamos, cuando ayudamos a algún hermano, cuando mostramos una actitud esperanzadora frente a las cosas que nos pasan…

Todas estas acciones transparentan el accionar de Dios en nuestra vida. Irradian luz y contagian esperanza. Reflejan un amor que no surge de nosotros, sino que proviene de una fuente inagotable, que es Dios.

Sigamos trabajando en el Evangelio de nuestra vida. Sigamos escribiendo este libro que contiene nada más y nada menos que la presencia viva de Dios.

 

Persona a persona

“Hoy que la Iglesia quiere vivir una profunda renovación misionera, hay una forma de predicación que nos compete a todos como tarea cotidiana. Se trata de llevar el Evangelio a las personas que cada uno trata, tanto a los más cercanos como a los desconocidos. Es la predicación informal que se puede realizar en medio de una conversación y también es la que realiza un misionero cuando visita un hogar. Ser discípulo es tener la disposición permanente de llevar a otros el amor de Jesús y eso se produce espontáneamente en cualquier lugar: en la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino”.

Evangelii Gaudium 127