Carta del párroco, P. Pedro Oeyen, publicada en la revista Bienaventurados del mes de marzo de 2018. 


Queridos amigos:

Este mes recibiremos con mucha alegría al nuevo párroco, P. Carlos (Checo) Avellaneda, y comenzará una nueva etapa en la vida de la parroquia. Por lo tanto, a mí me toca despedirme al dejar el cargo que me confiara el obispo hace casi 24 años.

Pero, en realidad, no es tanto una despedida ya que voy a seguir viviendo en la Catedral con los demás sacerdotes. Colaboraré con el P. Checo en todo lo que él quiera y yo pueda, mientras tenga salud y vida. Su proyecto es asumir de a poco las funciones que yo tenía, de modo que se las iré entregando a medida que él quiera.

No me gusta estar sin hacer nada, así que seguiré celebrando misa, confesando, atendiendo gente que venga a verme, acompañando la vida de la Capilla Santa María de la Cabeza y, durante un tiempo, también acompañaré a algunos equipos o grupos de la parroquia.

Sin duda, al tener menos responsabilidades y actividades, tendré una vida un poco más tranquila, acorde con mi edad, y podré ocuparme de otras cosas que me interesan, como rezar, leer más, escribir algo y quizá también otras cosas que el Señor me vaya ofreciendo.

Cuando miro para atrás veo que al asumir, en 1994, el Papa era Juan Pablo II, el presidente, Carlos Menem y nuestro obispo, Mons. Casaretto. El primero murió y fue declarado santo, el segundo dejó el gobierno hace casi 20 años y el tercero renunció hace seis. El mundo y la Iglesia han cambiado en tantos aspectos que es lógico que dé un paso al costado y deje que otro encare una nueva etapa.

La edad también influye en mi decisión. No puedo olvidar que tengo más años de vida sacerdotal que el papa Francisco, así como más edad y años de ministerio que Mons. Ojea. Fui yo quien le di la Primera Comunión al obispo auxiliar Mons. Fassi, cuando era un niño. Todo esto hace que vea lógica la norma que pide a los párrocos renunciar al cumplir 75 años. Hay un tiempo para cada cosa y es hora de que alguien más joven conduzca pastoralmente la parroquia.

Termino contento este ciclo, agradecido a Dios, la Virgen, San Isidro Labrador y todos los que me acompañaron o ayudaron. No puedo olvidar a cada uno de los sacerdotes, diáconos, religiosas, laicos y laicas que tanto tiempo, trabajo, esfuerzo y cariño han entregado. Los llevo siempre en mi corazón y ruego al Señor que los recompense.

Creo que se han hecho muchas cosas materiales y pastorales, tanto en la Catedral como en las Capillas, sería engorroso e inútil hacer la lista. Que Dios y cada uno de ustedes se encargue de evaluarlo.

Obviamente no todo fue perfecto y reitero mi pedido de perdón a todos los que pueda haber lastimado, ofendido o no atendido como merecían, así como por mis errores y las cosas que no supe hacer. Confío que tanto el Señor como ustedes serán misericordiosos conmigo.

Con todo afecto,
Pedro Oeyen