Testimonios de algunos integrantes del grupo misionero Jeremías, publicada en la revista Bienaventurados del mes de marzo de 2018.
Este verano, el grupo misionero Jeremías concluyó su misión de tres años en Ayacucho. En la siguiente nota, testimonios de mucha alegría y pocas ganas de decir adiós.
¡¡Gracias por todo Ayacucho!!
Nuri Gpa, sos coordinadora general de misión: ¿Cómo viste a Jeremías en Ayacucho durante estos años? ¿Qué aprendió el grupo Jeremías del lugar?
En diciembre de 2015 el grupo Jeremías comenzó a caminar por Ayacucho. En el andar aprendimos a librarnos de los prejuicios, a demostrar con una sonrisa y sencillez la alegría que Jesús causa en nuestro interior. Aprendimos a seguir asombrándonos de Dios, de cómo la fe compartida en las cositas pequeñas, como la risa de un niño o la anécdota de una señora, iluminan y motivan a cualquier espíritu cansado. Con cada actividad, cada misa compartida, cada canción cantada y mate que pasábamos entre charlas y juegos, fuimos creciendo, reconociéndonos como hermanos, y uniéndonos como amigos. Demostrándonos que siempre se puede trabajar en equipo y dejar de lado la fatiga del día. Descubrimos que estamos llenos de talentos como de debilidades, y que hay que animarnos a abrazar ambos para poder salir al encuentro con el otro. Habiendo misionado un último año en Ayacucho, llevamos en el corazón como recuerdo la sonrisa de cada ayacuchense que nos abrió su puerta y nos enterneció con sus palabras, llevamos cada abrazo que nos acercó a Dios y que nos invitó a seguir conmoviéndonos. Y, como estandarte, nos llevamos una bendición que nos hicimos: “que Dios nos lleve siempre en la palma de su mano”.
Pipe Costa, fuiste a las 3 misiones de Ayacucho: ¿Cómo fueron estos 3 años? ¿Podés decir que fue una “misión cumplida”? ¿Se vio crecimiento, recepción, ganas de compartir la fe a lo largo de este tiempo?
Me tocó misionar en Ayacucho durante los tres años de misión, por lo que pude ver la transformación “desde lo desconocido hasta lo conocido”. Fueron años de muchos encuentros, aunque tal vez este ciclo costó un poco más: misionamos el centro y la gente no aflojaba tan fácilmente, pero igual así, de a poco, pudimos completarlo casi todo.
Fue increíble ver cómo los distintos grupos, jóvenes y adultos en especial, fueron creciendo a medida que pasaban los años. Esto me sorprendió muchísimo. También creo que dejamos el cometido de que, de alguna manera, además de intercambiar experiencias de fe, podíamos plantar una semilla de esperanza, de alegría y de ganas de generar y participar de la comunidad parroquial. Así que yo creo que fue una misión cumplida.
Además de todo, el vínculo que generamos entre las dos comunidades fue realmente muy bueno, yo creo que fue clara la apertura de ambos. Una auténtica alegría compartida.
Agus Rocca, después de 6 años de misionar con el grupo Jeremías, esta fue tu última misión: ¿Qué podés decir?
Mi primera experiencia de misión fue el verano 2012/2013. Después de 6 misiones y 2 pueblos misionados (Tostado y Ayacucho), decidí cerrar esta etapa. Como siempre pienso, creo que hay que saber cerrar etapas. Por suerte pude darme cuenta de eso a tiempo, y pude darle a este ciclo un buen cierre.
Para mí, misionar fue la mejor experiencia que tuve en toda mi vida. Misionar me cambió la vida y la forma de verla. Hacerlo en Jeremías estuvo espectacular, es un gran grupo y, a la vez, somos una gran familia.
¡¡Gracias al Cholo, al Turco y a todo Jeremías por estos 6 años de misión!!
Juanchi Rouco, sos nuevo en Jeremías: ¿Cómo viviste esta experiencia de grupo? ¿Qué fue lo que más te gustó de estos días?
Mi experiencia de grupo en Ayacucho realmente marcó un antes y un después. Sin conocer mucho a nadie, me sentí siempre cómodo en un grupo del cual me terminé llevando muchísimos nuevos amigos en Jesús. Durante estos 11 días me di cuenta de lo importante que fue tener un balance puertas adentro, un cable a tierra que te mantenga a ritmo con todo lo que pasa afuera.
En lo personal, mis pilares para mantener este balance fueron la alegría colectiva constante, el amor y la entrega por el otro que se respiraban en el aire, y la gran pareja de misión que me acompañó en todo.
Algo que no paró de asombrarme fue el recibimiento y el cariño de la gente de Ayacucho en todo momento, y lo que más me llevo conmigo es la sensación de dejar una huella allí donde vayamos. Sigamos pisando fuerte.
Un conocido dicho dice ‘no se ama lo que no se conoce’, y creo que es imposible saber si amamos misionar o no sin haberlo experimentado. Invito fuertemente a todos a resolver esta pregunta y sumarse al grupo Jeremías.
Pepe PenzottiEs difícil poner en palabras lo que pasa en una misión. Lo único que se me ocurre es recomendarle a la gente que no haya ido que lo pruebe. Es una experiencia que no se explica, se vive.
Kike AdurizCada vez que puedas, misioná. Aunque no esté de moda, aunque sea más “canchero” irte con tus amigos de vacaciones, aunque pienses que no tenés tiempo… Misioná porque transforma. Sin dudas, tu corazón arde cuando estás con Jesús.
Agus Brogna
Cate Bianchi vive en Ayacucho y, al igual que miles de ayacuchenses, nos recibió con mucha alegría durante estos 3 años.
Me acuerdo cuando en el 2015 el Padre Martín nos dijo que misioneros de San Isidro iban a venir a Ayacucho después de Navidad. Para ser sincera, no le seguimos la corriente.
Hoy, tres misiones más tarde, me río de ese recuerdo y me parece increíble cómo mi fe creció y se fortaleció gracias a lo que los misioneros me fueron enseñando y mostrando los días que estuvieron acá.
Cada año que fue pasando me enseñaron que estar del lado de la fe no es estar del lado “raro” o equivocado. Claramente, este mensaje no me llegó sólo a mí: en el 2015 en la Pastoral Juvenil éramos 18 chicos, hoy somos 50.
A los jóvenes y adolescentes nos marcó su alegría y su entusiasmo por compartir la Palabra, sus ganas de ir para adelante, por más de que el camino no sea el más fácil. Nos mostraron que los “amigos en la fe” son de los mejores que podemos tener. Hoy, como jóvenes, queremos seguir su ejemplo; queremos salir a misionar, poder transmitirle a alguien este Amor tan grande.
En lo personal, la palabra gracias no alcanza. Le agradezco a Dios por traerlos a Ayacucho, y a los Jeremías por haber escuchado ese llamado.
Cada abrazo me dio fuerzas, cada palabra me ayudó, cada sonrisa me hizo ver que este no es un camino equivocado.
Misioneros, Jeremías: eternamente gracias por cada gesto que tuvieron conmigo, eternamente gracias por cada gesto que tuvieron con un ayacuchense.