Reflexión de Felipe Dondo publicada en la revista Bienaventurados del mes de mayo de 2018.
1º de mayo: San José Obrero | Día del trabajador
“Trabajar: del latín vulgar tripaliare ‘torturar’, derivado del latín tardío tripalium ‘instrumento de tortura compuesto de tres maderos’” (Diccionario de la RAE). ¡Feo descubrimiento en verdad! No me lo esperaba.
Las palabras arrastran consigo toda una carga de significados que se van acumulando con los distintos usos que tuvieron a lo largo de los siglos. Y este significado que acabo de citar nos puede servir para ponernos en estado de alerta. ¿Cómo que el trabajo es una tortura? ¿Con qué sentidos cargamos a la palabra ‘trabajo’ cada vez que la pronunciamos?
En su origen habrá tenido que ver con la esclavitud y con los trabajos forzados de los prisioneros de guerra, entre otros usos. Más adelante en el tiempo, con los abusos e injusticias que muchas veces se cometieron en nombre de la productividad, el capital y otras palabritas que llevaron a que, hace más de 130 años, miles de obreros reclamaran en Chicago por una jornada laboral de 8 horas, y que muchos de ellos murieran, algunos durante la represión policial y otros en la horca, por incitación a la protesta y propagación de ideas “peligrosas”.
Desde aquel momento, es muchísimo lo que se ha avanzado en materia de leyes laborales, y de hecho todos los Primero de Mayo se conmemora en muchos países la lucha de esos hombres y se vuelven a reivindicar los derechos de todos los trabajadores. Hay muchas razones por las cuales el trabajo debería dejar de arrastrar ese sentido primero de ‘tortura’.
Charlando el otro día con mis hermanos, uno de ellos propuso dejar de usar la palabra trabajo y reemplazarla por otra bastante diferente: servicio. “¿De qué trabajás?” podría convertirse en una pregunta con otro tipo de connotaciones si dijéramos: “¿Cuál es tu servicio? ¿A qué hora entrás a servir mañana? ¿Vamos a tomar algo hoy a la salida del servicio?”. Aunque suene un poquito raro, lo lindo de esta expresión es que orienta el sentido de nuestra actividad laboral hacia un lugar bastante más interesante que nuestro bolsillo personal: la otra persona.
Es común escuchar que profesiones como la salud y la educación requieren “vocación de servicio”. Sin embargo, deberíamos ampliar esa idea a todas las tareas. ¿Quién dijo que el colectivero no ejerce un servicio espectacular cuando nos lleva a todos lados, nos da la posibilidad de leer un rato mientras nos trasladamos, a veces nos pone un poco de música, entre otros servicios? ¿Y el kiosquero, que tiene siempre casi todo lo que necesitamos? ¿Y el vendedor de un local de ropa? ¿Y los mozos? ¿Y los empresarios? ¿Y los músicos? Y ni hablar de los funcionarios públicos…
Si cada día nos levantáramos con la conciencia plena de que no estamos yendo a nuestra tortura sino a nuestra oportunidad de servir a los demás, de hacerles la vida más fácil, de ayudar a alguien a resolver un problema e incluso de hacerlo más feliz, creo que nuestras jornadas serían bastante distintas. No dejemos que a eso nos lo quieran convertir en una tortura.
Feliz Día del Servidor.