Reflexión de P. Gonzalo Rebollo, vicario parroquial, publicada en la revista Bienaventurados del mes de mayo de 2018.
En esta oportunidad, quiero contarles la alegría de la Semana Santa que celebramos junto con la comunidad de la Ribera hace poco más de un mes. Para eso le pregunté a Mechi, quien participa de la vida de la capilla hace tiempo, si se animaba a contarnos su experiencia. Les comparto lo que escribió:
Antes de “ser parte” de esta comunidad, yo iba a misa y a las distintas celebraciones y nunca se me había ocurrido preguntarme: ¿quién abre la capilla?, ¿quién pone flores?, ¿quién limpia el Templo?, ¿quién organiza los cantos?, etc. Simplemente iba, participaba sin conocer mucho a los que estaban a mi lado ni sus circunstancias, y me iba… Hace 6 años conocí La Ribera y empecé a vivir la celebración participando en comunidad. Y la experiencia es muy distinta. Sin hacer un juicio de valor, porque hay tantos caminos como corazones, a mí me enriqueció mucho.
Una vez una persona me preguntó: “¿Dónde está Jesús dentro de un Templo?”. A lo que yo contesté: “En la Eucaristía…”. Y me respondió: “Jesús está en la comunidad”. Creo que las dos cosas son ciertas, pero que una sin la otra está incompleta.
Preparamos todas las celebraciones con mucho amor, y de esta manera se va preparando el terreno para que algo suceda… fuera y dentro de cada uno. Para que algo se transforme, para que algún aspecto nuestro medio muerto resucite. ¿O acaso cuando uno celebra en su casa no hace las compras, prepara la comida, limpia, pone lindo el lugar para luego recibir a los invitados? Uno va preparando el lugar y “se” va preparando.
El Viernes Santo celebramos la Pasión del Señor. Abrimos las puertas de la capilla de par en par y fue muy lindo ver caras nuevas, caminantes que pasaban y se reclinaban ante la cruz. La iglesia estaba abierta… símbolo de que todos somos Iglesia, cada persona es un templo sagrado. Por eso, la respuesta “Jesús está en la comunidad” tiene sentido.
Al terminar la celebración, fuimos en grupo a llevar la comunión a los viejitos y enfermos que no podían ir hasta la capilla por diferentes motivos de salud (tanto físicos como anímicos). Es la primera vez que salgo un Viernes Santo a compartir la “pasión” de y con otra persona. Eso es la compasión: padecer con. Y en ese gesto cobró sentido el Viernes Santo para mí. Ahí estaba sufriendo Jesús. Un Dios vivo, una imagen de Jesús/hombre sufriendo, una imagen de carne y hueso. Así cobró sentido la Semana Santa: poder ver a Cristo en medio nuestro, en nuestra vida concreta. Esa es la experiencia de la Resurrección… ¡¡¡Poder ver!!! Y en ese poder ver, que se nos alegre la vida; y, desde ahí, ser don para los demás.
Termino con esto: “¿NO ARDÍA ACASO NUESTRO CORAZÓN MIENTRAS NOS HABLABA EN EL CAMINO Y NOS EXPLICABA LAS ESCRITURAS?”. Jesús nos habla a través de las escrituras de nuestra vida. Pidamos entonces que podamos verlo y así arder y transmitir esa luz de la Resurrección. Seamos instrumentos de la Resurrección en nuestra vida concreta.