Carta de nuestro párroco, P. Carlos Avellaneda, publicada en la revista Bienaventurados del mes de junio de 2018. 

“La santidad es la caridad plenamente vivida”.


En alguna conversación a veces nos sale decir “Mirá que yo no soy ningún santo”, como reconociendo así nuestros errores y defectos. En algún sentido, es verdad que no lo somos –por lo menos yo no lo soy–, pero también deberíamos poder decir que todos tenemos algún rasgo de santidad. ¿Cuál de ellos? El principal de todos es nuestra entrega para amar. ¿Vos amás con generosidad? Entonces tenés el principal rasgo de la santidad: el amor a Dios y al prójimo.

En alguna conversación a veces nos sale decir “Mirá que yo no soy ningún santo”, como reconociendo así nuestros errores y defectos. En algún sentido, es verdad que no lo somos –por lo menos yo no lo soy–, pero también deberíamos poder decir que todos tenemos algún rasgo de santidad. ¿Cuál de ellos? El principal de todos es nuestra entrega para amar. ¿Vos amás con generosidad? Entonces tenés el principal rasgo de la santidad: el amor a Dios y al prójimo.Hace poco tiempo, el papa Francisco publicó la Exhortación Apostólica Gaudete et Exsultate, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. En ese documento, que recomiendo leer con atención, Francisco nos recuerda que “la santidad no es sino la caridad plenamente vivida” (GE 21). Así entendida, la santidad es el camino que recorreremos amando de corazón a Dios y a los hermanos. La gracia de Dios se manifiesta en nosotros no tanto en el cumplimiento de normas religiosas, cuanto en la maduración de nuestra capacidad de amar. A la vez, “sólo la caridad hace posible el crecimiento en la vida de la gracia” (GE 56.), porque crecemos en santidad mediante la práctica del amor.

En su Exhortación, el Papa propone la reflexión sobre la santidad en el contexto del “mundo actual”, como queriendo decirnos que hay una “santidad contemporánea”. Ser cristianos significa vivir la Buena Noticia del amor en las circunstancias históricas que nos son contemporáneas. Esto implica que la auténtica espiritualidad cristiana asume los rasgos humanos de una determinada cultura, purificando sus elementos contradictorios y enriqueciéndolos hasta llegar a expresarse en una nueva síntesis vital encarnada en una época. Hoy la santidad matrimonial de los esposos y padres significará vivir el amor de la pareja con madurez emocional, actitud empática, respeto a la igual dignidad de cada cónyuge, aprecio por la diferencia y entrega sincera al otro; y el amor de padres, con capacidad de comunicación, acompañamiento y ejercicio de la función propia en la relación con cada hijo. Todo en comunión sincera e intensa con el Señor.

Ser santos hoy implicará además practicar la caridad solidaria con los pobres, débiles y sufrientes, aprendiendo a amarlos como Jesús nos enseñó; no sólo dando limosna, sino asumiendo actitudes y conductas de verdadera fraternidad humana, superando prejuicios, comodidades y egoísmos. Ser santos –dice Francisco– no significa blanquear los ojos en un supuesto éxtasis, sino reconocer a Cristo en los pobres y sufrientes donde se nos revela el mismo corazón de Cristo, sus sentimientos y opciones más profundas, con las cuales todo santo intenta configurarse (Cf. GE 96).

En este mes de junio la Iglesia nos invita a participar en la Colecta Anual de Cáritas. Los exhorto y comprometo a ser generosos en su contribución económica, y también a ofrecer una hora de su día para tomar una alcancía, ponerse la pechera de Cáritas y pedir en la calle la contribución de la gente para los pobres. Sé que muchos no están acostumbrados a esto. Será entonces una nueva oportunidad de dar un paso adelante en el camino de la santidad a la que Dios nos llama.

Les dejo mi cariño.
Padre Carlos