Reflexión publicada en la revista Bienaventurados del mes de junio de 2018.
Hace tiempo, un joven de nuestra comunidad comenzaba con esta frase una carta que dirigía a sus amigos. Poco después murió en un accidente, accidente que no tuvo nada que ver con el alcohol (ni de parte suya ni de parte de otro/s), y la carta se viralizó, pues parecía ser su testamento espiritual.
Como el mensaje sigue siendo actual, la reproducimos para que la conozcan. Hemos respetado casi textualmente su lenguaje, que es el que Pipe utilizaba para que sus amigos lo entendieran, aunque a algunos (a quienes pedimos disculpas) pueda parecerles demasiado fuerte o grosero:
El alcohol
¿Por qué el alcohol para divertirnos? La excusa de muchos: es porque te desinhibe. Cuando tomás, en cierta manera te animás a todo, te reís de pelotudeces y cosas sin sentido; te da confianza en vos mismo y te hace estar contento. Todo esto es un engaño. Lo que te hace el alcohol es sacarte de vos, sacarte personalidad y por eso estás más confiado en vos mismo, porque no sos vos. Si lo que te falta es confianza y sos una persona tímida y cerrada, es porque todavía no te diste cuenta de lo mucho que valés por ser quien sos.
Había dicho que el alcohol te pone contento, pero hay una diferencia abismal entre estar contento y ser feliz. El “estar contento” que te da el alcohol es temporal y carece de profundidad; en cambio, la felicidad es lo que te dan tus amigos, un buen noviazgo, tu familia y todos los que te rodean. Personalmente, creo que un buen rato con amigos, compartiendo un partido de fútbol, un asado o simplemente el estar juntos, son cosas mucho más valiosas y te hacen más feliz que ponerte en pedo para reírte de giladas, y decir y hacer boludeces.
¿Por qué tomar alcohol? ¿Qué clase de MIERDA soy para necesitar de algo para pasar un buen rato? Los que dicen que si no hay alcohol en una salida no se considera salida o no es divertido, que si vas a bailar necesitás haber tomado, me indignan. No entiendo cómo pueden depender tanto de algo para pasarla “bien”; en serio, pienso que les falta mucho para conocer la felicidad, lo que es verdaderamente pasarla bien y divertirse en serio.
“Los que toman son más capos, son más bananas, son más…”, es de tarado decir eso. El que toma alcohol es un GIL porque necesita un fucking liquidito para ser alguien, para divertirse (si eso es divertirse).
“Yo tomo poco”, “Yo sé cuál es mi límite”, “Tomo porque me gusta”… esas son clásicas. No puedo negar que puede que les gusten las bebidas alcohólicas porque a mí me gusta mucho la cerveza, pero hay que saber cuándo tomar. Si estás tomando una birrita en un preboliche, en donde hay cualquier cantidad de alcohol, no me vengas con que tomás porque te gusta; tomás para quedar bien y, cuando termines esa, muy probablemente te dejes llevar y agarres otra. Pero si estás tomando una cerveza comiendo unas pizzas, buenísimo, mejor combinación imposible.
En el alcohol no se puede confiar ni un poquito, es algo que te llama y te tienta a que lo tomes de mil maneras. Es muy probable que no lleves la cuenta de lo que vas tomando en un lugar en donde hay para tomar y todos toman, y con mucha facilidad podés pasar de estar semi-parado a estar revolcándote en el piso largando lo que comiste durante la semana. Nunca piensen ni se confíen en que saben cuándo parar, porque el entorno te domina en ese momento y les aseguro que cuando llegás a estar muy borracho la pasás muy mal, aun sin haberlo querido.
Todo esto que digo lo puedo decir porque pasé por eso y pensé así un tiempo. Luego dejé de tomar, después de haber estado en muy malas condiciones un par de veces. Probé de vuelta y les aseguro que es una mierda. Ahora miro a muchos de mis amigos que toman, me acuerdo de esos momentos y agradezco a Dios por haberme dado cuenta de todo lo que el alcohol en verdad hace y lo que es. Lamento haber tenido que pasar por esos momentos tan extremos para poder darme cuenta de eso. Muchas veces pienso en lo tanto mejor que la podría haber pasado si no hubiese habido alcohol; muchas situaciones hoy serían momentos que recordaría con alegría, como una buena fiesta, reuniones con mis amigos y amigas, entre muchas otras.
Durante un tiempo estuve a favor de no tomar alcohol para divertirme, pero me di cuenta de que no me alcanza con ser indiferente a lo que hacen los demás, en decir: “Yo tengo esta mentalidad y que los demás piensen como quieran”. HAY QUE IR EN CONTRA, tengo que jugármela por lo que pienso. Es difícil y se necesita mucha fortaleza, pero no me da miedo porque sé que Dios me acompaña. Si hay alguien que piensa igual que yo, lo invito a animarse, a no dejarse llevar por la corriente y a luchar por una sociedad que necesita cambiar. Yo no digo que haya que hacer una manifestación gigante o poner una bomba en un boliche, ni ponerse a cagar a trompadas a los que toman y mucho menos hacerles una cruz. Sino simplemente no ocultar tu forma de pensar, saber discutir por tus ideales y no jugártela callada. No es nada fácil; pero, si cada uno aporta un poco de lo suyo, se pueden hacer grandes cambios.
Esto es lo que yo pienso.
Felipe Güemes