Reflexión de Catalina Beccar Varela publicada en la revista Bienaventurados del mes de julio de 2018.
Hace un par de semanas, fui a cuidar a una de mis primas durante la mañana. A eso de las ocho, mi tío se fue a trabajar y me dejó con ella. A los pocos minutos, volvió hasta la casa y me dijo: “Si podés, preparale un café a Adrián, el guardia de la esquina. Yo hoy salí apurado y no pude”. Asombrada por su preocupación, que lo hizo volver, y más todavía por el hecho de prepararle el desayuno a un desconocido, me dispuse a calentar el agua.
Era una mañana de muchísimo frío, y el aspecto de Adrián lo confirmaba. Con piel arrugada y mirada cansada, al ver que yo le llevaba su café, no hizo más que sonreír y darme las muchas gracias: dos cosas que me llenaron el corazón de alegría y ganas de ser más buena.
Fue entonces que pensé y me di cuenta de algo que ya todos conocemos, pero que miles de veces olvidamos: ser más bueno está al alcance de nuestra mano. Abrir los ojos y ablandar el corazón en pos de uno mismo y, sobre todo en pos de los demás, es mucho más fácil de lo que pensamos. Creo que es cuestión de tomar la decisión y actuar. Tenemos tres opciones: ser buenos, ser malos o simplemente ser, dejando la vida pasar sin que nada ni nadie nos interpele.
Pienso que simplemente uno tiene que elegir. Hay personas (como mi tío) que eligen todas las mañanas prepararle un café al guardia de su esquina, mientras que hay otras que ni siquiera saben su nombre. Hay personas que, antes de sentarse en el tren, humildemente ofrecen el asiento; mientras otras no esperan ni un segundo para hacerse dueños del tan preciado lugar.
Hay muchas personas y todas son diferentes. Pero yo admiro a quienes se regalan sin esperar nada a cambio, como aquellas que, cuando barren su vereda, también barren la de sus vecinos; como aquellos que dicen buen día, muchas gracias, por favor, aquellos que donan su tiempo para lo demás; aquellos que con un abrazo improvisado nos llenan de su luz.
Creo necesario que todos podamos decidir y elegir cómo queremos ser. Mientras tanto, sigo alimentando mi corazón viendo que hay personas que dan segundas oportunidades, hay quienes eligen perdonar, hay quienes nos hacen reír. Hay quienes te ceban un mate antes de que puedas pedirlo, quienes resaltan las cosas buenas de los demás. Hay también quienes, al pasar por un peaje, pagan también por el que viene atrás, como también hay quienes se toman tiempo para escribir un mensaje lindo a la mañana.
A quienes con su ejemplo invitan a ser mejores… ¡A esas personas las admiro y les agradezco!
Ojalá todos podamos ser cada vez más parecidos a esas personas. Que siempre podamos encontrar una buena oportunidad para que el corazón se nos vuelva más laxo, más amable y más solidario.