Reflexión de nuestro párroco, P. Carlos Avellaneda, publicada en la revista Bienaventurados del mes de agosto de 2018.
En el camino de nuestra vida, muchas veces sentimos a Dios cerca y otras, lejos. Cercanía y lejanía de Dios son experiencias que también han vivido los salmistas y las han dejado por escrito. Veamos sólo algunas:
Sentimientos de lejanía:
• “¿Dónde está, Señor, tu amor de otro tiempo?” (Salmo 89).
• “Señor, no te quedes lejos; tú que eres mi fuerza, ven pronto a socorrerme” (Salmo 22).
• “Mis enemigos mortales son fuertes; y son muchos los que me odian sin motivo… Pero tú, Señor, no me abandones, Dios mío, no te quedes lejos de mí” (Salmo 38).
• “Señor, no me arrojes lejos de tu presencia ni retires de mí tu santo espíritu” (Salmo 51).
• “¿Por qué te quedas lejos, Señor, y te ocultas en los momentos de peligro?” (Salmo 10).
Sentimientos de cercanía:
• “El Señor está cerca del que sufre y salva a los que están abatidos” (Salmo 34).
• “Su salvación está muy cerca de sus fieles, y la Gloria habitará en nuestra tierra” (Salmo 85).
• “El Señor es justo en todos sus caminos y bondadoso en todas sus acciones; está cerca de aquellos que lo invocan, de aquellos que lo invocan de verdad” (Salmo 145).
• “Yo te amo, Señor, mi fuerza, Señor, mi Roca, mi fortaleza y mi libertador, mi Dios, el peñasco en que me refugio, mi escudo, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoqué al Señor y quedé a salvo de mis enemigos” (Salmo 18).
• “Señor, tú me sondeas y me conoces, tú sabes si me siento o me levanto; de lejos percibes lo que pienso, te das cuenta si camino o si descanso, y todos mis pasos te son familiares” (Salmo 139).
Los sentimientos de lejanía están asociados a la ausencia de Dios y los de cercanía, a su presencia. Es claro que Dios no se ausenta para luego hacerse presente en un juego caprichoso que busca mortificarnos. Él siempre es y siempre está, aunque a veces nuestras penurias nos hagan sentirlo lejano. Necesitamos crecer en la fe para percibirlo presente cuando todo habla de su ausencia. Su silencio ante nuestros momentos difíciles nos dice que Él acompaña y vive nuestra situación, aunque no actúe como nosotros deseamos. Su silencio es signo de su presencia, como la de un amigo que calla compartiendo nuestro dolor al tiempo que rodea nuestro hombro con su brazo.
En su infinita trascendencia, Dios no se adecua a nosotros quedando identificado con nuestras perspectivas, ideas o proyectos. Así lo expresa el profeta que presta su voz al Señor para hablar al pueblo elegido: “Los pensamientos de ustedes no son los míos, ni los caminos de ustedes son mis caminos –oráculo del Señor–. Como el cielo se alza por encima de la tierra, así sobrepasan mis caminos y mis pensamientos a los caminos y a los pensamientos de ustedes” (Isaías 55, 8-9). Una infinita distancia, simbolizada por la imagen del cielo alzado por encima de la tierra, separa a la providencia divina de nuestros pensamientos y planes. Sus caminos no coinciden con los nuestros. Sentirnos acompañados por Dios dependerá de no forzarlo a subirse a nuestros proyectos, sino de creer que los suyos cuidan de nuestra vida.
“Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo” (Mateo 28, 20), nos dice Jesús. Él es el Emmanuel: “Dios con nosotros”. No dudemos nunca de su silenciosa y fiel cercanía.
Padre Carlos