Reflexión de Mercedes Ruiz Luque, publicada en la revista Bienaventurados del mes de agosto de 2018. 


En una sociedad en la que a cada instante se nos interpela a vivir en la comodidad y en el placer, en la inmediatez y en la velocidad, a veces se nos hace difícil preguntarnos sinceramente para qué vinimos a este mundo. Es más fácil reenviar videos por WhatsApp o hablar de la vida de los famosos que tomarnos un rato para ver cómo estamos y comunicar lo que pensamos, lo que sentimos o lo que vivimos.

En medio de este contexto, va un recordatorio: estamos llamados a vivir una vida plena y a desplegar lo mejor de nosotros mismos. San Ireneo decía: “La gloria de Dios es que la persona humana viva plenamente”. Sin embargo, estas ideas no deberían quedar en lindas frases y nada más.

¿A qué está llamado cada uno? ¿Cómo podemos ir descubriendo nuestra vocación?
Por supuesto, la respuesta va a ser totalmente personal. Pero si hay algo común a todos nosotros es que, si queremos vivir esta plenitud, no podemos conformarnos con una vida mediocre ni con sólo “hacer lo que uno debe”. Tenemos que ir más allá: con la ayuda de Dios, estamos invitados a hacer grandes cosas. Si nos abandonamos en sus manos, Él nos guiará e impulsará más alto de lo que podamos pensar.

Para empezar, tendríamos que revisar qué es lo que nos hace felices, cuáles son nuestras motivaciones, qué es lo que nos llena el corazón….

¿Cuáles son nuestros anhelos y deseos más profundos? Esto es algo que vamos a ir explorando poco a poco. Pero, a medida que los vayamos descubriendo, pongámoslos en oración para que Dios nos ayude a transitar esos caminos. Son los tesoros de nuestra vida. Están en nuestro corazón para ser develados y desplegados, no para juntar polvo y morir ahí.

Así, vamos a descubrir que la verdadera alegría va más allá de la felicidad, que es pasajera y depende de las circunstancias. La verdadera alegría viene de Dios.

Reconozcamos su presencia en nuestra vida y confiemos nuestros proyectos en sus manos.

Ojalá podamos rezar confiados con el salmo 16:

“Me mostrarás el camino
de la vida,
me concederás la alegría
de tu presencia
y el placer de vivir contigo
para siempre”.


Canción recomendada para poner este tema en oración: “Qué anhelas” (Casa de Jóvenes Hermano Francisco)