Reflexión de P. Juan Manuel Bianchi Jazhal, vicario parroquial, publicada en la revista Bienaventurados del mes de octubre de 2018. 


Hace un par de semanas, apareció en los medios una noticia que me sorprendió por la trascendencia que tuvo. Era, ni más ni menos, que el retiro de Manu Ginóbili. Veía en distintos medios cómo la noticia había circulado, y la cantidad de editoriales que se habían escrito sobre la misma persona en tan pocos minutos. Hasta ese momento, la importancia que le estaban dando al tema me parecía exagerada. Hasta que en un portal mostraron un video de la carrera deportiva de Ginóbili y, con cada imagen, fui recordando cuando las había visto en vivo y la cantidad de genialidades que hizo en el básquet, sin ser este uno de mis deportes preferidos.

En esos días leí la columna que Manu escribe asiduamente en el diario La Nación: “Al terminar la temporada dejé, como era habitual, pasar un mes o dos para ver cómo me sentía y en una reunión antes de viajar a Canadá de vacaciones, le dije a Pop que me veía más afuera que adentro, pero que nos íbamos a mantener en contacto y que hablábamos a mi regreso (…) Regresé y me puse a hacer pesas, agarré la pelota, miré a los más jóvenes entrenarse y romperse el lomo para estar bien para la pretemporada y a mí, sin embargo, todavía me dolían los últimos dos golpes de la temporada anterior. De a poquito me fui convenciendo de la decisión a tomar (…)” (La Nación – 28/08/2018).

El retiro de Manu me hizo pensar en situaciones de nuestra vida cotidiana, como el poder discernir y saber tomar la decisión en el momento indicado. Ginóbili supo leer que sus emociones no eran las mismas de siempre; supo entender que no estaba viviendo igual su pasión ahora que cuando aprendió a jugar al básquet; supo leer que algo no iba más. Creo que eso mismo nos pasó, o nos puede pasar, a nosotros con situaciones fuera del ámbito deportivo. Situaciones de nuestra vida cotidiana o de nuestras elecciones fundamentales; cuando atravesamos momentos difíciles, tormentas complicadas; cuando ya no sentimos lo mismo que antes, y entonces hay algo que repensar y volver a elegir.

Podemos pasar momentos difíciles en torno a las elecciones que hacemos, o no tener las mismas motivaciones que antes; pero hay que saber discernir (nada fácil) si se trata de una tormenta pasajera o si es momento de cambiar de página. Las motivaciones pueden ser distintas; los modos de vivir una pasión pueden cambiar; puedo ser más radical en mis modos o más prudente… pero, si algo me sigue apasionando, continúo.

Que Jesús siga siendo, para cada uno de nosotros, esa pasión que tanto bien nos hace, que tanto nos ayuda y que nos anima a ser nuestra versión más auténtica con nosotros mismos y con nuestros hermanos.