Reflexión de Catalina Beccar Varela, publicada en la revista Bienaventurados del mes de diciembre de 2018.


Para ti pequeño niño, de esos que aparentan ser grandes
para los que ya nunca juegan, ni menos lloran a mares.
Para ti mi niño sucio, ese que duerme en las veredas,
soñando su propia casa, soñando con mil monedas.

Para ti mi dulce niño, que no le temes a nada,
porque en aquella ramita, ya descubriste tu espada.
Perdóname pequeñito por no mirarte a los ojos,
por no tener las agallas y por llenarme de enojo.

Perdóname niño bueno, que a veces quiere robar,
pero no roba de malo, roba por que no tiene pan.
¡Cómo quisiera niño poder verte alegre jugar!,
como bien te lo mereces, como derecho has de gozar.

Para ti niño gigante, que poco sabes de amar
porque quizás ni un abrazo te han sabido regalar.
¡Perdón mi niño querido!, ¡perdón por mi insensatez!
escribiéndote he olvidado que ni siquiera sabes leer.

Pero si un día me ves niño… te lo voy a suplicar:
Recuerda que en mí el cariño podrás por siempre encontrar,
porque aunque me veas lejos o indiferente al pasar,
sabrás que mi gran deseo es poder verte en libertad.