Carta de nuestro párroco, p. Carlos Avellaneda, publicada en la revista Bienaventurados del mes de abril de 2019.

«Te espero en la Catedral para entrar juntos a una vida más cristiana, vos, yo y todos los que estemos con Jesús ese día».


Estamos a punto de comenzar la Semana Santa. El próximo domingo estamos llamados a ingresar a Jerusalén con Jesús. Para eso no hace falta viajar a Tierra Santa porque, para Jesús, Jerusalén no es sólo un lugar, es una experiencia. Al entrar en esa ciudad, el Señor ingresó a una experiencia culminante de un largo camino personal. En Jerusalén Él dio su vida por nosotros. Ya lo había discernido y ya lo había decidido. No era posible que el Mesías muriera fuera de Jerusalén (Lc. 13, 33). En la ciudad santa estaba el Templo, el lugar donde el Señor había puesto su Morada, su presencia cercana y fiel. Y es en ese lugar donde iba a manifestar un nuevo modo de estar en medio de su pueblo: amándolo hasta el fin.
Cuando vos ingresaste a una iglesia para casarte, no entraste sólo a un lugar, ingresaste a una experiencia: entregar tu vida a tu novia/o y convertirte en su esposo/a. Cuando ingresaste a la sala de partos, no entraste sólo a un lugar, ingresaste a una experiencia: dar vida a un hijo y convertirte en madre y hacer de tu marido un padre. Cuando entraste al aula donde diste tu último examen en la facultad, no ingresaste sólo a un lugar, ingresaste a una experiencia: dar lo mejor de vos para convertirte en profesional. Hay lugares a los cuales ingresamos para hacer una experiencia nueva: convertirnos en nosotros mismos accediendo a un nivel más alto de nuestra identidad. Hacernos esposos, padres, profesionales. Eso significa crecer, ser los mismos pero diferentes, ser más por nuestra entrega.
La vida cristiana no es un estado que se posee pasivamente por el hecho de estar bautizado. Ser cristiano es una experiencia personal, libre y convencida a la cual ingresamos y en la cual permanecemos afrontando cada día el desafío de seguir a Jesús con nuestra vida.
La próxima semana, cuando vengas a la Catedral a participar de la misa de Ramos, tené en claro a qué venís. No para cumplir con un precepto, no para entrar a un lugar donde dirán cosas lindas, no para llevarte un souvenir religioso (el ramo). Vendrás a ingresar a una experiencia, la misma de Jesús. Todos vamos a entrar con Jesús a Jerusalén una vez más. Vamos a entrar más hondamente en el misterio de su amor por nosotros. Profundizaremos la experiencia de su amor para poder acrecentar el amor en nuestras relaciones interpersonales.
Ramos es la celebración que más gente convoca durante el año litúrgico. Son muchos los que vienen a misa. Pero, ¿cuántos son los que desean ingresar a la experiencia que la celebración actualiza simbólicamente? No lo sabemos. La respuesta sólo está en nosotros, en vos y en mí. Vos y yo decidimos si venimos a un lugar o deseamos entrar en una experiencia. Si optamos por esto último, avanzaremos con Jesús en nuestra vida cristiana. Nos convertiremos, ya que lo único que nos cambia saludablemente en la vida es dar un paso adelante en la decisión de amar.
Si tenés tomada esa decisión, por débil que sea, vení a la Semana Santa. Si no querés profundizar en tu fe ni en tu compromiso de amar, quedate en casa a descansar o salí a pasear. Yo te espero en la Catedral para entrar juntos a una vida más cristiana, vos, yo y todos los que estemos con Jesús ese día. Celebraremos juntos la Pascua de Jesús y la nuestra.

Un abrazo.
Padre Carlos.