Carta de nuestro párroco, p. Carlos Avellaneda, publicada en la revista Bienaventurados del mes de julio de 2019.
«Pensemos no sólo en lo que la Argentina puede darnos a nosotros, sino también en lo que nosotros podemos aportarle a ella».
Durante el mes de julio, los argentinos celebramos el día de nuestra independencia. La autonomía de nuestra patria fue fruto de un proceso de maduración política que desembocó en la declaración de la independencia en Tucumán. Fue un punto de llegada y, a la vez, un punto de partida. Se llegó a la “independencia de” la Corona española y comenzó un derrotero de “independencia para” la construcción de una nueva Nación.
La independencia de tuvo sus dificultades, pero fue un objetivo alcanzable. En cambio, la independencia para es una misión que intentamos día a día y que nunca se logra del todo. Ocurre lo mismo con la vida de una persona. Independizarse “de” los padres es una condición para la vida adulta; pero la adultez se alcanza en la medida en que el sujeto se compromete con un “para qué” que llena de sentido su existencia.
En ese sentido, la vida de los pueblos puede compararse a la de una persona. Por eso, celebrar de verdad la independencia nos cuestiona acerca de si estamos viviendo nuestra condición adulta como Nación o si todavía somos inmaduros, incapaces de una vida independiente y autónoma. Debemos pensar si estamos cumpliendo nuestra misión como país, expresada en las palabras del Preámbulo de la Constitución Nacional: “… constituir la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad, para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”.
¿Estamos viviendo este ideal nacional? ¿Avanzamos en el cumplimiento de esta misión? La respuesta es amplia y podríamos decir que en algunos aspectos sí estamos viviendo esa utopía y que en otros, no, y que nos falta mucho.
Ser independientes de una Corona europea fue el inicio y la condición necesaria para hacernos cargo de nuestra independencia para llegar a ser una Nación en donde los habitantes de todos los sectores sociales pudieran gozar del bienestar y de las condiciones para alcanzarlo, la primera de las cuales es el trabajo. Nuestro presente como sociedad nos dice que hay un alto porcentaje de personas y familias que todavía no llegan a gozar ni mínimamente de aquel “bienestar general” prometido.
Vivimos tiempos en los que, a nivel mundial, hay tensión entre nacionalismos y globalización. Hay países que están rompiendo las alianzas políticas, económicas y culturales creadas para mejorar la vida de sus habitantes. La globalización no siempre trajo beneficios a todos. Pero el nacionalismo aislacionista tampoco parece ser una buena opción. Hoy es necesario vivir una “interdependencia” con aquellas naciones con las que se pueda afianzar la cooperación y el intercambio que favorezcan a sus pueblos.
Pidamos “la protección de Dios, fuente de toda verdad y justicia”. Que su Espíritu inspire a nuestros gobernantes actuales y a los que vendrán después de las elecciones. Que también ilumine a todos los ciudadanos. Que podamos renovar el compromiso de construir y no depredar la Nación. Que no pensemos sólo en lo que la Argentina puede darnos a nosotros, sino también en lo que nosotros podemos aportarle a ella.
Les dejo mi cariño.
Padre Carlos.