Reflexión de nuestro párroco eméricto, p. Pedro Oeyen, publicada en la revista Bienaventurados del mes de septiembre de 2019.

9 de septiembre: Fiesta de Santa María de la Cabeza: esposa de San Isidro Labrador y patrona de la capilla de 33 Orientales.


Cada 9 de septiembre, se celebra la fiesta de Santa María de la Cabeza. El modo por el que fue declarada santa es curioso e interesante.
Nació hacia el año 1100 en Torrelaguna, se llamaba María Toribia, era muy devota de la Virgen y se casó con Isidro. Acompañó a su marido en su vida ejemplar y tuvieron un hijo. Al quedar viuda, en 1170, se mudó a Carraquíz y cuidó la capilla de Nuestra Señora de la Piedad. Murió allí en 1180.
En 1212 desenterraron el cuerpo de Isidro y lo encontraron incorrupto, tal como lo habían sepultado, con la ropa y la mortaja intactas, despidiendo fragancias agradables. Inmediatamente comenzaron a rezarle, y por su intercesión se obraron muchos milagros. En la Edad Media este era el modo normal por el cual se declaraba santo a alguien.
También exhumaron el cuerpo de su esposa y, aunque sólo encontraron su esqueleto, pusieron el cráneo en un relicario y el resto bajo el piso de la capilla. Por su intercesión también se obraron milagros, especialmente curaciones de los males de la cabeza, por lo que comenzaron a llamarla María “de la Cabeza” y la honraron también como santa.
Como se habían multiplicado la cantidad de los que habían sido proclamados popularmente, sin que se supiera mucho sobre ellos, el Concilio de Trento (1545-63) estableció que sólo el Papa podía proclamar santos y autorizar su culto público.
Los grandes santos rápidamente fueron confirmados, pero para otros todo fue más difícil. El primer paso era comprobar que realmente habían existido, para lo cual era necesario localizar los restos del cuerpo.
El juez apostólico fue a Carraquíz, vio el cráneo en el relicario, quiso ver el esqueleto e hizo levantar el piso de la capilla, pero no encontraron nada. Estaba desconcertado, no sabía qué hacer. Esa noche en sueños la santa indicó que levantaran el umbral de la puerta. Allí aparecieron. Era el 10 de marzo de 1596.
El trámite siguió lentamente su curso y recién un siglo más tarde, el 7 de agosto de 1697, Inocencio XII firmó el decreto que la declaraba “beata”. Después el proceso se estancó.
Sin embargo, el 14 de septiembre de 1739, Clemente XIII firmó un documento que concedía gracias especiales a los que visitaban la ermita. En él se la mencionaba como “santa” y no como “beata”. ¿Error del que lo escribió o el Papa la estaba canonizando de esta manera poco ortodoxa?
Para salir de dudas, el arzobispo de Madrid solicitó permiso para celebrar la misa en honor de “Santa María de la Cabeza”. El papa Benedicto XIV lo autorizó el 15 de abril de 1752, con lo cual ya estaban seguros de que era realmente “santa” y no sólo “beata”.
Podemos pensar que nuestra querida María de la Cabeza se cansó de tanto papeleo y decidió cortar por lo sano de un modo poco convencional. O sea, entró por la ventana a la lista oficial de santos, en la que cinco siglos antes había sido incorporada por el pueblo de Dios.