Reflexión de Felipe Dondo publicada en la revista Bienaventurados del mes de septiembre de 2019.


Hace un par de semanas, junto a mi prima Lucila y Juanjo Mayer (compañero de esta revista), fuimos de excursión a Lima, en el partido de Zárate. A apenas una hora de viaje, este pueblito de 22.000 habitantes está viviendo una revolución: un ventarrón de dignidad está soplando para poner de pie a los 8 mil que viven en la pobreza.
¿Se acuerdan del padre Pedro Opeka? Es probable que lo hayan visto por la tele o acá mismo, en su visita a la Catedral. Es ese cura inmenso que hace cincuenta años decidió convertir un basural en una ciudad de amigos: Akamasoa. Con su fórmula de salud + educación + vivienda (y su lema de “ayudar sin asistir”), ya sacó a más de 500 mil personas de la extrema pobreza. Todo eso, en Madagascar (para más información, por favor googléenlo y lean su libro Rebelarse por amor, que es espectacular).
Pero en Argentina también crece la pobreza. De un casi idílico 3 % (cuando Pedro se fue a África hace medio siglo) pasamos hoy a un
desesperante 33,6 %. Por esta razón, Gastón Vigo Gasparotti, un joven economista santafesino, hace unos meses viajó a Madagascar, aprendió todo lo que pudo y volvió para darle forma a una Akamasoa acá en nuestro país. Es la primera vez que alguien se anima a replicar la obra del padre Opeka en otra parte del mundo.
“Trabajamos mucho con la gente”, nos contó Gastón. “No por los pobres, sino con los pobres. Esa fue una de las mejores enseñanzas que me dio Opeka allá: si vos no estás en el medio de ellos, el trabajo es imposible. Imposible”. Efectivamente, mientras charlábamos con él el otro día, muchas madres con sus hijos, voluntarios y vecinos pasaban a saludarlo o a consultarle cosas. El revuelo que hizo esta fundación en Lima es inmenso.
Por ejemplo, por la afluencia de voluntarios: “Todos los feriados, desde que comenzamos, se labura. Si quieren honrar a los próceres, laburen los feriados”. Van grupos de colegios, grupos de amigos, de parroquias, de lo que sea. Lo que pasa es que hay muchísimo que hacer, y cuando le preguntás qué necesitan, Gastón te dice: “¿Qué te imaginás haciendo, qué te gusta hacer? Estamos abiertos a cualquier cosa. Todas las manos son bienvenidas”.
El día que fuimos nosotros, aunque no era feriado, había ido un grupo de jóvenes a acondicionar un salón enorme del Club Social de Lima, que hasta hace poco estaba abandonado y lo acaban de ceder a Akamasoa. Allí van a funcionar algunos talleres de oficios y van a poner aulas para que los adultos terminen el secundario, entre otras cosas. Por lo tanto: estimados jóvenes de la Catedral de San Isidro, en Lima los esperan con los brazos abiertos para cuando quieran organizar un lindo día de servicio.
Otro de los trabajos que están realizando intensamente en este período (y que también provoca mucho revuelo) es el relevamiento poblacional, porque como dice Gastón: “Si no hay buen diagnóstico, no hay un tratamiento efectivo”. El último que hicieron, con la Unidad Pediátrica Móvil Ronald McDonald, dio como resultado unos números preocupantes: censaron 200 casas ubicadas a pocas cuadras de la plaza y comprobaron que el 69 % no tiene agua caliente y en el 46 % hay hacinamiento. Además, la mitad de los adultos no tiene trabajo y sólo el 30 % hizo el secundario completo.
Actualmente, Akamasoa Argentina trabaja en conjunto con la Fundación Más Humanidad y hacen un gran equipo. En un predio de 500 metros, ubicado en el centro del pueblo, reciben a 528 personas, entre las cuales hay 197 chicos con desnutrición. Allí aplican al 100 % la metodología CONIN, muy conocida en todo nuestro país. Un equipo de profesionales de la salud se ocupa de acompañar de manera personalizada a las madres y a los hijos: pediatras, nutricionistas, trabajadoras sociales, psicólogos, psicopedagogas, enfermeras… Y entonces, una vez que la familia está dentro del programa, aplican la “metodología Akamasoa”.
Gastón no se cansa de repetir que “las tres patas de nuestro trabajo son: salud, educación y vivienda”. Por ahora, están abonando el terreno, es decir, preparando a la gente para esa etapa posterior que es la construcción de las casas. Proyectan hacerlo recién el año que viene, en un predio de dos hectáreas que un vecino de Lima les donó para el proyecto.
Esa preparación es un proceso largo y requiere mucha paciencia, porque no es algo a lo que la sociedad esté acostumbrada: “Nosotros tenemos una forma de ver la pobreza que no es tan habitual. Somos anti plan social, antiasistencialismo, antiregalos… somos contraculturales para la gente que ya está acostumbrada a otra cosa, y también para lo que ofrece el Estado. Es un proceso que va a llevar años quizá, quién sabe… Uno de nuestros principales objetivos, por ejemplo, es que, cuando nuestro programa avance, todas las familias hayan dejado el plan social. Hoy todas lo están cobrando, pero algún día vamos a ir a ANSES y les vamos a decir: ‘Tomen, señores, no lo necesitamos más’”.
En Akamasoa se enseña que todos tenemos derechos, pero también obligaciones. Y no lo proponen como una sugerencia, sino como una regla. “Si no aceptan esto, no los vamos a poder ayudar”, asegura Gastón. Por este motivo, les importa mucho que las familias que ingresan al programa, además de comprometerse con su formación escolar y de oficios (tanto los chicos como los grandes), comiencen de a poco a autosustentarse. Por ejemplo, acaban de hacer dulces de calabaza y los vendieron por todo el pueblo, generando una importante ganancia. También tienen una huerta con la que apuntan a hacer sus comidas, pero la idea además es vender verdura orgánica en la zona (a restaurantes y al público en general), ya que también les interesa mucho formar a las familias en el cuidado del medio ambiente. Pero el proyecto de producción más fuerte es el de la huerta hidropónica, para el cual ya ganaron (por concurso) el financiamiento, y en breve comenzarán a desarrollar.
Los invitamos a todos a conocer más sobre esta organización que se dedica a cuidar la vida desde el principio hasta el final, dando dignidad a los más vulnerables para que se pongan de pie. Hay muchas maneras de colaborar: difundiendo, donando, yendo a dar una mano. Ah, y ¿saben qué? En la secundaria de adultos están por empezar un taller de modista para las madres, pero les falta algo esencial, y estoy seguro de que en nuestra comunidad hay en grandes cantidades: por lo menos 5 máquinas de coser. ¿Quién tiene una?

Más información:
akamasoaargentina.org
Correo electrónico:
info@akamasoaargentina.org 

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