Reflexión de nuestro párroco emérito, p. Pedro Oeyen, publicada en la revista Bienaventurados del mes de marzo de 2020.
Solemnidad de la Anunciación: 25 de marzo
La solemnidad de la Anunciación, el 25 de marzo, es una buena ocasión para recordar que este año se celebra en Argentina el Año Mariano Nacional, cuyo acto principal se hará en Catamarca con un Congreso Mariano.
Fue instituido para conmemorar los 400 años del descubrimiento de la Virgen del Valle en ese lugar; y coincide providencialmente con la celebración de los 500 años de la primera misa que se celebró en nuestro suelo, en Puerto San Julián, Provincia de Santa Cruz (la presidió un sacerdote que acompañaba a Magallanes).
¿Qué se busca?
Por una parte, dar gracias a Dios por la maternal protección de María para con nuestro pueblo y valorar la extendida devoción a la Virgen por parte de la gran mayoría de los habitantes de nuestra patria.
Al mismo tiempo, orientar adecuadamente esa devoción para evitar excesos y desviaciones, que a veces se manifiestan. Para ello, habrá que volver a leer y reflexionar los principales documentos de la Iglesia sobre el tema:
a. El capítulo 8º de la constitución dogmática sobre la Iglesia, Lumen gentium, del Concilio Vaticano II.
b. La exhortación apostólica Marialis cultus, de San Pablo VI.
c. La encíclica Redemptoris Mater, de San Juan Pablo II.
Estos sabios documentos nos invitan a:
1. Redescubrir la figura de María tal como se la presenta en la Biblia, en particular en los Evangelios y el Nuevo Testamento, purificándola de las exageraciones devocionales que con el paso del tiempo se le añadieron. Para esto es clave volver a la fuente, es decir a la Palabra de Dios, relativizando los miles de mensajes que circulan y que son atribuidos a visiones y revelaciones (muy pocas son avaladas por la Iglesia).
2. Ver cómo todos los privilegios y gracias de los que gozó (la Inmaculada Concepción, la Concepción Virginal de Jesús, la Asunción en cuerpo y alma al cielo, etc.) se le dieron por la misión extraordinaria que se le encomendó, ser la Madre del Hijo de Dios, Redentor de todo el mundo y Único Mediador entre Dios y los hombres.
3. Recordar que su culto siempre debe unirse y subordinarse al que se le debe a Jesús, a Dios Padre y al Espíritu Santo. Es decir, que el amor a María siempre nos debe llevar a Jesús y a Dios. En este sentido, es providencial que conmemoremos la presencia continuada de la Eucaristía en nuestro suelo a lo largo de cinco siglos.
4. Ver en María el modelo de aquella que se entregó por completo a Dios para hacer su voluntad y tratar de imitarla en nuestro propio estado de vida.
Sin duda, son pocos los que podrán asistir al Congreso Mariano, pero este año nos brinda la oportunidad de reflexionar estos temas también personalmente y en los grupos que se reúnen para meditar o rezar el rosario.
Espero que muchos lo hagan.
Con un gran abrazo, que Jesús los bendiga y la Virgen los acompañe.