Reflexión de Felipe Dondo publicada en la revista Bienaventurados del mes de junio de 2020.


Hace poco se murió un grande. Con mi familia solíamos poner los VHS de Les Luthiers a la noche, y en los largos viajes en auto escuchábamos sus cassettes. No teníamos más que tres o cuatro que repetíamos sin cansarnos. Nos sabíamos los diálogos de memoria, pero siempre absolutamente siempre nos volvíamos a reír en los momentos correspondientes. Hay que ser grosos para lograr eso, y estos tipos lo eran.
Marcos Mundstock era uno de los referentes del grupo, ya que solía oficiar de presentador y, con su inconfundible voz de bajo, iba llevando el hilo conductor de los espectáculos. Cuando aparecía con su carpeta roja y su smoking y se paraba solo frente al micrófono, uno sabía que lo que venía a continuación era un hilarante despliegue de ingenio y juegos de palabras. Mundstock era el integrante con menos formación musical del grupo, pero evidentemente manejaba con absoluta maestría su propio instrumento: la palabra. Los diálogos desopilantes que mantenía con Daniel Rabinovich son repetidos por los fanáticos casi con devoción: “Ramírez, estoy hablando solo. Estoy haciendo un monólogo cuando esto debería ser un bi-ólogo” y tantas otras genialidades.
Uno de los pilares de Les Luthiers es Johan Sebastian Mastropiero, un compositor delirante cuyas anécdotas solían ser narradas por Munsdtock con esa mezcla de solemnidad y risa que eran su sello. Otros de sus personajes geniales fueron el cantante José Duval, el doctor Heriberto Tchwok, el africano Oblongo Nhgé… Cada uno con su caracterización, sin más apoyo que un smoking y la expresividad sin límites propia de un verdadero clown.
El año pasado, Munsdstock hizo un discurso para el Congreso de la Lengua en el que se dedicó, otra vez, a jugar con nuestro idioma frente a un auditorio conformado por serios filólogos y lingüistas de todo el mundo. “La expresión ‘me importa un bledo’ no tiene igual: ¿alguien sabe lo que es un bledo? Algún día un ejército de bledos se lanzará sobre los hispanohablantes para vengarse de tantos siglos de ninguneo”. Ese discurso, igual que todas las presentaciones de Mundstock en sus más de 50 años de trayectoria, es básicamente una humorística declaración de amor a la lengua. Los matices, las ironías, la elegancia, las sutilezas, las contradicciones, y todas las aristas de nuestro idioma fueron la partitura de Mundstock y la marca registrada del grupo.
Victor Borge, un humorista danés, dijo una vez que “La risa es la distancia más corta entre dos personas”. Marcos y sus compañeros nos han hecho reír durante décadas y así, de alguna manera, nos acercaron un poco como sociedad. Cuántas veces nos hemos alegrado al reconocer, en alguien que acabamos de conocer, el mismo fanatismo por Les Luthiers. Si podemos reírnos de los mismos chistes y repetir de memoria el mismo sketch, casi seguro que podemos ser amigos. Él mismo expresó así, en una entrevista con LA NACIÓN, su relación con el público: “Es puro amor”. Ojalá que ese humor siempre nos siga salvando.