Cuento publicado en la sección Jóvenes de la revista Bienaventurados del mes de mayo de 2017.
Un cargador de agua de la India tenía dos grandes vasijas que colgaban de los extremos de un palo y que llevaba encima de los hombros. Este aguatero tenía como trabajo recoger agua de un río lejano para luego llevarla hasta su aldea y venderla por un par de monedas.
Una de las vasijas, con el paso de los largos años de trabajo, ya tenía varias grietas; mientras que la otra era perfecta y conservaba toda el agua hasta el final del largo camino a pie. La vasija agrietada, en cambio, solo podía contener la mitad del agua ya que esta se filtraba poco a poco a través de las ranuras.
Durante dos años completos esto fue así diariamente: la vasija perfecta llevaba todo el contenido hasta el final y la vasija agrietada solo llegaba a la aldea con la mitad del agua.
Desde luego que la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, pues se sabía perfecta para los fines que había sido creada. Pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía hacer la mitad de todo lo que se suponía era su obligación.
Después de dos años, la tinaja quebrada le habló al aguatero diciéndole: “Estoy avergonzada y me quiero disculpar contigo porque debido a mis grietas solo puedes entregar la mitad de mi carga y solo obtienes la mitad del valor que deberías recibir”.
Pero el aguatero, sin darle importancia a las turbaciones de la vasija, le respondió: “Cuando regresemos a la casa quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino”.
Un poco desconcertada con esa respuesta, la tinaja hizo caso y, en efecto, vio muchísimas flores hermosas a lo largo de todo el camino; flores pequeñas y grandes, con colores oscuros y vivos, muchas perfumadas con deliciosos aromas. La vasija pudo notar que todo ese camino de flores no hacía más que darle mucha vida y alegría al pesado y largo camino de todos los días hacia la aldea. Entonces la tinaja dijo: “Con mucha razón, son flores hermosas, nunca las había visto antes dada mi preocupación por no poder contener toda el agua que llevo dentro de mí”.
El aguatero le dijo entonces muy compasivo: “¿Te diste cuenta de que las flores solo crecen de tu lado del camino? Siempre he sabido de tus grietas y quise sacar el lado positivo de ello. Sembré semillas de flores a lo largo del camino por donde vas y todos los días las has regado. Por dos años yo he podido recoger esas flores para decorar el altar de mi Maestro. Si no fueras exactamente como eres, incluidos tus defectos, no hubiera sido posible crear esta belleza».
[Autor desconocido]
Para reflexionar:
- ¿Cuáles son los dones que se filtran a través de mis grietas? ¿Tengo la autenticidad necesaria para entregarlos a los demás?
- ¿Quiénes actúan en mi vida como el aguatero, reconociendo mis virtudes e invitándome a confiar en mí?
- ¿Qué flores regadas por mis propios dones descubro en mi lado del camino?