Reflexión de Inés Lagos, con motivo del Día de la Independencia Argentina, publicada en la revista Bienaventurados del mes de julio de 2017. 


Propongo que dejemos al Congreso de Tucumán donde corresponde: en 1816.
Una cuota de pasado viene bien, pero no su exceso; y el remedio contra aquel se llama olvido. Pero, ¡cuidado! La sobredosis es tanto o más peligrosa que el primero: puede producir pérdida de la identidad y del proyecto de vida.

¿Cuál es, entonces, la ‘medida’ del recuerdo? ¿Cómo hacemos para recordar nuestra fecha patria y, al mismo tiempo, dejar el pasado atrás?

Lo mejor que podemos hacer con el pasado es aceptarlo, pedir perdón (si es necesario), aprender y agradecer. Pero, después, dejarlo tranquilo y mirar para adelante, porque no podemos ni queremos cambiar lo sucedido. Lo que sí podemos hacer es actuar hoy con vistas al mañana que deseamos. Si gastamos toda nuestra atención y nuestras energías rememorando lo sucedido, no tendremos fuerza ni tiempo para ponernos en acción. Por eso resulta sanadora una dosis de olvido; ella nos arranca del pasado y nos devuelve a nuestro lugar: el presente.

Esto fue precisamente lo que hicieron los diputados en el Congreso de Tucumán. Ellos no se sentaron solamente a recordar con más o menos rencor, melancolía u orgullo su pasado colonial. Más bien, consideraron todo eso, pero miraron para adelante y vieron un futuro prometedor en el cual una gran Nación crecía y prosperaba. Quizás apenas lo vislumbraron como en un sueño, pero fue suficiente para animarse a firmar la Declaración de la Independencia. Porque los hombres de 1816 se tomaron en serio su presente, es que hoy forman parte destacada de nuestro pasado.

¿Y nosotros? ¿Qué declaración de la independencia vamos a firmar? ¿Será una decisión pendiente? ¿Un cambio de trabajo? Quizá debamos un pedido de disculpa o, tal vez, podamos empezar a colaborar en algún voluntariado. Firmemos y pongamos manos a la obra, porque si del propósito no pasamos a la acción, de nada nos sirve el papel.

Así que, este año colguemos las banderas, usemos escarapelas y participemos en algún acto. Cocinemos locro, empanadas y pastelitos, y festejemos el 9 de julio como corresponde. Pero que nuestro patriotismo no se termine con la última copa de vino. Tenemos la responsabilidad de contribuir para los próximos siglos. Y, de hecho, nuestra decisión de hoy y nuestro compromiso real y concreto son el mejor reconocimiento que podemos brindar a los hombres de Tucumán y a todos aquellos que colaboraron para forjar nuestra Patria.

La historia no está ahí como una mera pieza de museo, sino como una maestra de vida y una fuente de inspiración. Quién sabe si en un futuro alguien de nuestra generación será recordado con una escultura de bronce… Pero no lo será quien viva con el alma en el pasado, sino aquel que día a día aporte su granito de arena para que nuestra querida Argentina siga creciendo.

¿Y vos? ¿Qué declaración vas a firmar?