Reflexión de P. Juan Manuel Bianchi Jazhal, vicario parroquial, publicada en la revista Bienaventurados del mes de octubre de 2017. 


En su primer año de pontificado, Francisco escribió la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, en la cual nos habla sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual. En el primer capítulo de dicha exhortación, el Papa hace referencia a cinco acciones concretas de una Iglesia en salida: primerear, involucrarse, acompañar, fructificar y festejar (Papa Francisco, Evangelii Gaudium, 24). Si cada uno de nosotros quiere seguir a Jesús en nuestra vida cotidiana, podemos preguntarnos cómo vivimos estas acciones en nuestro día a día.

Primerear. El Papa hace referencia a la iniciativa de amor que el Señor tomó con la comunidad evangelizadora; nosotros hoy también experimentamos que Él nos amó primero, y esto también nos tiene que hacer salir en busca de vínculos de amor que nos ayuden a trascender y a no quedarnos a la espera de que alguien me busque para yo salir a buscar.

Involucrarse. Jesús se involucró con los suyos poniéndose al servicio y pidiendo que hagan lo mismo (Jn. 13, 17). Este es el pedido de Jesús para con nosotros: ponernos al servicio de nuestros hermanos y dejar de mirar para otro lado. Muchas veces, cuando un familiar o un amigo está pasando un momento delicado, o cuando en la familia se está viviendo un momento difícil, ahí también está el ponernos al servicio de aquel que me necesita y salir de mi comodidad para ayudarlo.

Acompañar. Una vez que ya me involucré en la vida de mi hermano, ahora tengo que acompañarlo; quizá no es lo que más nos cuesta pero sí es en donde nos sentimos más limitados, sin capacidades. Quizá porque el acompañar muchas veces no conoce de tiempos concretos, no existe una tabla que diga que para tal dolor el tiempo es tantos días. El acompañar a veces puede llevar toda la vida; es quizá la difícil tarea de escuchar, aconsejar y, muchas veces, callar.

Fructificar. El Papa dice que la comunidad evangelizadora está atenta a los frutos; en nuestra vida también tenemos que estar atentos a los frutos que Jesús nos va regalando día a día. Quizá son distintos a los que esperábamos, o son más sencillos; muchas veces los frutos pueden estar en alguien que me valoró, que miró mi corazón y no mi limitación, o simplemente en alguien que me escuchó. Pero día a día podemos preguntarnos cuáles son los frutos de hoy, ¿qué me regaló Jesús?

Festejar. “Se van congregando en la capilla los pobres del barrio (…) En el silencio hondo, sintonizan con el misterio. El ritmo de los cantos va ganando el cuerpo que alaba y comulga con la certeza de sentir el paso del misterio que libera. Ellos han experimentado este don que crea lo impensable. Su alegría es más fuerte que la injusticia y la miseria. (…) La celebración está atravesada de realismo y de sacrificio, pero asumido desde una experiencia de plenitud que ya se anuncia en cada realización concreta en la historia, y que culminará en el encuentro definitivo con Dios. En el camino del Reino, la celebración festiva es insustituible.”


(GONZÁLEZ BUELTA, B. (1992), Signos y parábolas para contemplar la historia (pp. 139-140), Santander, Sal Terrae)