Reflexión de Juan José Mayer publicada en la revista Bienaventurados del mes de octubre de 2017. 

11 de octubre: San Juan XXIII


El 11 de octubre la Iglesia Católica venera a Juan XXIII, Ángelo Giuseppe Roncalli (Sotto il Monte, Lombardía, Italia, 25 de noviembre de 1881 – Ciudad del Vaticano, 3 de junio de 1963), quien fue Papa entre 1958 y 1963.
Tres meses después de su elección, dio inicio al Concilio Vaticano II con el fin de actualizar la orientación pastoral de la Iglesia y transmitir el Evangelio en los nuevos tiempos buscando los caminos de unidad de las Iglesias cristianas, estableciendo así el diálogo con el mundo moderno centrándose primero “en lo que nos une y no en lo que nos separa”.
Eligió “Obedientia et Pax” (Obediencia y paz) como lema episcopal, que lo acompañó en los intensos años como obispo de Roma.
Entre muchas de sus intervenciones, rescató a judíos en Turquía durante la Segunda Guerra Mundial.
Su proceso de canonización inició en 1965. El papa Francisco lo declaró santo en el 2014.
Durante la Guerra Fría, “El papa bueno” escribió la encíclica “Pacem in terris” en la cual rechaza la carrera armamentística que involucraba las amenazas de uso de bombas atómicas entre Estados Unidos y la URSS (Rusia) y los misiles de Cuba.

En búsqueda de la paz

En nuestro día a día, aunque no nos encontremos en un conflicto bélico, tenemos pequeñas batallas que luchar para lograr un orden en la familia, en el trabajo, con nuestros amigos y con nuestro interior.
¿Qué cosas me desordenan? ¿Cómo reacciono frente a ello? ¿Cómo ayudo a quien está desordenado?
Muchas personas entienden la paz como un momento de silencio, de tranquilidad o de quietud. Si bien es posible encontrar paz en esos momentos, también es posible relacionarla más bien con un equilibrio, un orden dinámico de las cosas, un orden en constante cambio, tanto material como espiritual.
En cada celebración de la Eucaristía hay tres momentos, que muchas veces pasan desapercibidos, en los que nos deseamos la paz: en el canto del Gloria, en el saludo de la paz y al finalizar la misa. Dios es quien nos da una paz distinta a “la que da el mundo”, y promoverla es una de las tareas principales de los cristianos.
¿Qué cosas me dan paz? ¿Qué me ordena?
Podemos tomar la paz como un simple deseo o como un propósito, como un compromiso. No es necesario empezar con grandes cosas, pero el camino lo hacemos con cada paso.