Reflexión de Juan José Mayer, publicada en la revista Bienaventurados del mes de marzo de 2018.
Desde chicos nos enseñan a cuidar las cosas, a no romper los vasos de vidrio, a no dejar las cosas tiradas en el piso. A medida que crecemos, incorporamos esos cuidados; sin embargo, dejamos de prestar atención a otras cosas.
A nivel global, los más pequeños toman conciencia de la responsabilidad de cuidar el medio ambiente, aun más que los mayores. Es una tendencia que se mantiene en el tiempo, no es sólo una moda.
Hay dos cosas que, a mi parecer, nos impiden tomar esta conciencia tan importante: lo gratuito de los recursos y las pantallas.
Algunos tenemos a nuestra disposición agua potable, aire puro y vegetación sana a un costo muy bajo; pero mucha gente reside en contextos de vulnerabilidad y tiene mayor dificultad para acceder a estos recursos, y sin embargo ellos son quienes más los cuidan.
En Argentina, el 13% de las muertes se debe a factores ambientales. La contaminación atmosférica es cancerígena y se vincula tanto con las enfermedades cardiovasculares como con las respiratorias y, según los especialistas, es también responsable de la alta proporción de enfermedades vinculadas con el medio ambiente. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), “Es urgente invertir en estrategias que reduzcan los riesgos ambientales en las ciudades, hogares y lugares de trabajo”.
Por otro lado, el uso de las tecnologías, como por ejemplo los teléfonos celulares, las computadoras o las cámaras, muchas veces nos distrae de la naturaleza y de la posibilidad de contemplarla. ¿Cuántas veces nos perdimos un paisaje y nos quedamos más tiempo mirando la foto en la pantalla que el lugar fotografiado?
Conectarse con los sentidos, dedicarle tiempo a cada uno, puede darnos mayor satisfacción y mejores recuerdos que muchas fotografías. Ahora que comienza la rutina nuevamente, no olvidemos prestarle atención a las cosas que nos rodean ya que, si nosotros las cuidamos, otros también van a poder disfrutarlas.