Reflexión de Esteban Mentruyt, publicada en la revista Bienaventurados del mes de abril de 2019.


Me gusta mirar los detalles que hacen al edificio de nuestra querida catedral. No tanto los ornamentos meramente decorativos (la arquitectura no es lo mío), sino que los elementos que nos quieren hablar son los que más disfruto: los vitrales (o vitraux), las figuras religiosas, incluso las ubicaciones del ambón y del altar fueron pensadas para dejarme un mensaje, para contarme una historia. Me transporta a las épocas en las que poblaciones analfabetas aprendían catequesis a través de las figuras y símbolos que cubrían las distintas catedrales.
En nuestro edificio, vale la pena quedarse unos minutos después de misa para escuchar los mensajes que nuestros antepasados dejaron grabados. Estos reflejan la religiosidad de nuestros ancestros y nos hablan de un camino espiritual transitado como comunidad.
Si prestamos atención, podremos ver que en todo el diseño de nuestro templo hay un mensaje que se nos repite: “Yo soy la Vid Verdadera” (Jn. 15, 1).
¿Viste las guardas de los pisos? ¿Viste las bóvedas de los techos? También en el friso exterior (esa banda horizontal que bordea el edificio decorándolo) se hace referencia a esta definición que hace Jesús de sí mismo: Él es la Vid.
Admiro la pedagogía con la que enseña Jesús, que elige imágenes cotidianas para hablar de Dios; para el pueblo de Israel, los viñedos, rebaños y redes de pesca eran elementos típicos. ¡Qué lindo poder recordar el Evangelio en el trabajo, en los viajes, en las tareas del hogar! Y, como nosotros vivimos una realidad temporal, geográfica y cultural muy distinta, ¡qué oportuno que nuestro templo nos devuelva esa vid de la que quiere hablarnos Él!
Con la Vid, se nos propone permanecer. “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él da mucho fruto” (Jn. 15, 5).
Permanecer yo con Cristo, perdurar en mi relación con Él… Entiendo que sólo perduran las relaciones que crecen, que se profundizan y que se animan a la poda.
Permanecer yo con mi comunidad de cristianos… Comunidad dominical y no dominical, terrenal y celestial. Los vitrales también nos hablan de hombres y mujeres insertos en Cristo que permanecen, con nosotros, en la misma Vid.
La Vid que ya entregó sus frutos, trae el Vino: el gozo, la fiesta, la amistad. Parece anunciar la resurrección, la Alegría de ser con Cristo. Rodea nuestra iglesia el imperativo llamado a ser felices en Jesús.
Cuántas cosas nos decís, Jesús, a través de estas imágenes en nuestro templo.
Ojalá nos sirvan a nosotros también en nuestra cotidianidad para recordar:

cuando nos sintamos solos, que formamos parte de una comunidad que nos recibe;
cuando nos sintamos ajenos a vos, que nos invitás a permanecer;
cuando nos sintamos abatidos, que nos invitás a tener una esperanza gozosa.