Reflexión de Catalina Beccar Varela publicada en la revista Bienaventurados del mes de junio de 2019.
«Con el tiempo me di cuenta de que el tiempo me enseñó que el tiempo me enseñaba».
Para seguir con la redundancia, hace tiempo vengo pensando en el poder del tiempo y, sin más, como de repente, hace unos días me vi escribiendo la frase de arriba en un papel que encontré por ahí.
Mi primer recuerdo de ser consciente acerca del paso del tiempo es bastante viejo. Cuando tenía ocho o nueve años, en el colegio nos enseñaron que una semilla podía convertirse en algo tan mágico como una flor. Ese día invité a una amiga a mi casa, cortamos dos botellas por la mitad, llenamos la base con tierra y ambas pusimos, con muchísima ilusión, una semilla de girasol.
En algo menos de dos meses, de esa semilla brotó el girasol más lindo de mi mundo. Brotó aquello que con ansias e incertidumbre había esperado y regado día a día, algo que había visto crecer lentamente. Y sí, la de la foto soy yo; y quien me acompaña es mi girasol.
Hoy no vengo a decir ni plantear nada nuevo. Vengo simplemente a recordar el grandísimo valor y poder que tiene el tan preciado tiempo. Y con todo esto me pregunto: ¿qué es el tiempo? La verdad es que no lo sé por definición, ni tampoco voy a copiar y pegar una definición de internet; lo que sí sé es mi propia definición.
Creo que el tiempo es el momento en el que entendemos que el tiempo está pasando.
El tiempo es eso que pasa cuando nos miramos en una foto y descubrimos con alegría todo lo que vivimos y experimentamos. Es aquel que se piden dos novios cuando necesitan pensar claramente; es ese que pasa en la frialdad de una sala de espera; es el que esperamos con kilos de ansiedad frente a un semáforo en rojo. El tiempo son todas las horas en las que estamos dormidos, recuperando la fuerza para un nuevo día; es el que convierte un rico helado en una crema derretida, pero también aquel que convierte una oruga en mariposa, ¡o más! Es ese tiempo que se convierte en la mismísima vida durante nueve meses de un embarazo.
El tiempo es darse cuenta de que es hora de abandonar el orgullo y perdonar. El tiempo es ese que nos recuerda hace cuánto no hacemos reír a otro, hace cuánto tenemos olvidado a ese que tanto nos necesita.
Es el tiempo lo que necesita un padre para hacer con esmero y amor la comida preferida de sus hijos. Es el tiempo lo que necesita un enfermo para curar y una flor para crecer. El tiempo es quien nos devuelve la calma, es quien tiene el poder de alivianar la tristeza de días turbulentos.
El tiempo le regala fortaleza a quien llora por un ser querido, seca la lagrimas y despeja la mirada; le regala afectos a quien sufrió por amor. El tiempo regala ese abrazo de reencuentro con quien más queremos. Nos regala la chance de aceptar y volver a empezar.
Creo que el tiempo tiene muchas formas y colores. Hoy elijo que sea como ese mismo girasol de hace tantos años. Hoy quiero que mi tiempo sea tiempo de crecer, disfrutar; que mi tiempo sea simplemente el tiempo con el que mi girasol me supo enseñar.