Reflexión de Esteban Mentruyt publicada en la revista Bienaventurados del mes de julio de 2019.
“Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita con mayor urgencia hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña”. Francisco.
Juan no tuvo problema en liberar un “¡Qué alivio!” cuando lo invitaron a sumarse a esta propuesta. El grupo del que ahora es parte es, como define uno de sus miembros, signo de Misericordia para el mundo, y quiere caminar con aquellos que buscan vivir su sexualidad de una manera significada.
Chicos con identidades sexuales diversas (para no cerrarnos en el concepto de “gays y lesbianas”) y distintas espiritualidades (los hay católicos y también ateos) se juntan a compartir la vida y sienten que tienen una misión en común.
– ¿Cómo surgió la idea de este grupo?
– Más que idea, necesidad. Me gusta decir que había una sed de encuentro personal que no estábamos pudiendo saciar en otra parte. Si sos homosexual, existen formas de encontrarse con otros, sí; pero algunas veces se descuida mucho a la persona. Además, ser católico y homosexual es una combinación interesante y desafiante (“Me siento más discriminada por ser católica que por ser lesbiana”, dijo Mechi alguna vez); necesitábamos de una comunidad para hacernos el aguante.
– Pero decís que en el grupo no sólo hay gente de fe.
– No, y eso lo enriquece. Desde temprano se sumaron quienes ahora son grandes amigos y no se consideran creyentes, pero sienten una sed parecida. Ivo se unió al grupo porque algunos estereotipos lo lastiman y acá lo cuidamos. Si hay algo lindo, es el respeto que se respira por cada forma de ser.
– Decís que tienen una misión en común.
– Al menos así lo sentimos. Decile deseo, si querés. Cuando nos animamos a compartirnos, vimos que teníamos historias y anhelos parecidos.
Algunos decían “se me hubiera hecho más fácil con alguien acompañándome, algún oído para escucharme u hombro en el que apoyarme”.
De ahí, nuestro primer anhelo: acompañarnos “desde una presencia bancadora” con los diferentes procesos en los que nos encontremos inmersos. Nos consideramos también a nosotros mismos en camino, ¡eh! Algunos somos “tapados” y otros ya tenemos años de haber compartido con nuestras familias y amigos que somos gays.
Por otro lado, en el grupo encontramos un espacio en donde charlar de la vida. “Con ustedes charlé cosas que no había hablado ni con mis mejores amigos”, dijo Mati alguna vez. Esto es muy rico. No tanto la compartida intelectual, sino la vivencial. Ofrecer oportunidades de reflexión y encuentro interpersonal para que, más allá de la etapa del camino en la que esté cada uno, podamos enriquecernos con miradas distintas es parte de la sed de la que te hablaba al principio.
Por último, sentimos que esto que se formó es signo de diálogo entre la comunidad LGBTQI y la Iglesia Católica. Es en parte por esto que le pedimos a un cura que nos acompañara en las reuniones. Y, saliendo de la cuestión de la sexualidad, ¡qué significativo es ver a dos presuntos opuestos comer en una misma mesa!
– ¿Qué le decís a un joven gay creyente?
– “¡Vamo arriba!”, le diría; que crea en el Jesús del diálogo, de los signos; en el Jesús que perdona; en el mismo Jesús que acepta la pregunta, encara los procesos, abraza realidades. Y que, si necesita un oído o un abrazo, acá estamos para eso.
El que quiera comunicarse con este gran grupo, puede mandarles un mail a grupoelcenturion@gmail.com.